Eduardo dio un salto en el
tiempo para hablarnos de la plaza en que nos habíamos reunido. Como otros
lugares de la ciudad, tiene dos nombres. El otro es Terreiro do Paço por el
Palacio Real que aquí estuvo hasta el terremoto de 1755, y que quedó
completamente arrasado. José I tomó la decisión de no reconstruirlo. Juró que
no volvería a vivir en ningún edificio, por lo que se instaló en una lujosa
tienda en los terrenos donde posteriormente se construiría el Palacio de Ajuda.
La estatua ecuestre era obra de Machado de Castro, que nos legó un extenso
tratado sobre su realización. El escultor daba nombre al museo de arte antiguo
de Coímbra.
La plaza era inmensa, algo
desangelada. Daba una rara sensación de vacío. Hace décadas era el mejor lugar
para aparcar. Cuando más alboroto reina es en Nochevieja. Entonces se reúnen en
ella locales y visitantes a recibir el año con fuegos artificiales. Hace dos
décadas, en domingo, bajo los arcos, congregaba una especie de rastro con toda
suerte de objetos viejos e inútiles que hacían las delicias de los paseantes.
Eduardo nos animó a observar el
arco de vía Augusta, que estaba cargado de simbolismo nacionalista. Fue
terminado en 1873 sobre un diseño de Veríssimo José da Costa. En la parte
superior, una figura femenina, la Gloria, imponía sendas coronas de laurel al
Genio y al Valor.
El centro lo dominaba el escudo
de Portugal, con las siete torres y las cinco quinas en cruz. Éstas
representaban las cinco llagas de Cristo que, legendariamente, fueron
entregadas a Afonso Henríquez en la batalla de Ourique por el propio Cristo.
En los extremos, la
representación de los dos grandes ríos del país: el Tajo y el Duero. Los otros
cuatro personajes eran Viriato, Nuno Alvares Pereira, el condestable de las
tropas portuguesas en Aljubarrota, Vasco de Gama y el marqués de Pombal.
0 comments:
Publicar un comentario