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Descubriendo Portugal 94. Un atentado hacia un cambio político.

Ilustración del atentado. Dominio público.

En la esquina noroeste de la plaza tuvo lugar el magnicidio que provocó un giro radical en la historia reciente de Portugal: la caída de la monarquía y el advenimiento de la República.

Ocurrió el 1 de febrero de 1908. Contrasté lo que nos contó Eduardo con lo publicado en el diario ABC, que cubrió la noticia en aquellos días. Los reyes regresaban de Vila Viçosa, cerca de la frontera con España, y se disponían a darse un baño de masas.

Se dirigían al Palacio de las Necesidades, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Mucho antes de la hora de llegada prevista, la multitud ya se había concentrado en la plaza del Comercio y en las calles adyacentes para recibir al monarca y su familia. Cuando entraron en Lisboa, se bajaron del vehículo oficial para subirse al carruaje con el objetivo de que el pueblo pudiera verles y ovacionarles.

Eran tiempos de inestabilidad y el rey Carlos I preguntó si era seguro cruzar toda la ciudad para llegar a palacio. El rey había disuelto el Parlamento medio año antes y había inaugurado un gobierno autoritario para restaurar el orden. El dictador João Franco le convenció de que lo era. 

En contra de los protocolos de seguridad, solo había un carruaje. Lo habitual es que fueran en carruajes separados el rey y el heredero al trono. La comitiva avanzaba lentamente.

Cuando el carruaje llegó al centro de la explanada, los presentes distinguieron a varios hombres encapuchados que, de repente, sacaron varias carabinas de debajo de sus capas. Se acercaron a pocos metros de la Familia Real y comenzaron a disparar a quemarropa. La multitud empezó a correr sin rumbo. Muchas madres e hijos cayeron al suelo y fueron pisoteados, mientras el resto gritaba aterrorizado en medio del caos. A la policía que custodiaba a la comitiva regia en ese tramo no le dio tiempo a interponerse y los agresores abrieron fuego. Los disparos fueron menudeando y se vio que los asesinos apuntaban únicamente al rey y al príncipe.

Un joven logró llegar hasta el coche y, con un pie en el estribo, disparó de nuevo al monarca. Luis Felipe sacó su revólver y la reina trató de rechazar al criminal con un golpe en la mano del revólver. En ese momento, otro hombre de barba larga se aproximó e hincó la rodilla en el suelo para derribar al heredero al trono de un tiro. Pocos segundos después, los cuerpos del rey y su hijo se desplomaron sobre el suelo del carruaje.

El Infante don Manuel recibió un balazo en un brazo, al igual que el cochero, que tuvo tiempo de lanzar a los caballos al galope para huir. Los escoltas reaccionaron y consiguieron matar a los tres asesinos, cuyos cadáveres quedaron allí tirados en medio de un charco de sangre. El médico solo pudo certificar la muerte de los implicados.

Si se debió a una acción de un pequeño grupo de fanáticos o si fue una conspiración que contó con algún apoyo desde dentro no lo sabemos.

Poco tiempo después del asesinato de Carlos I y el príncipe Luis Felipe, caía su sucesor, Manuel II, y se declaraba la República.

Eduardo nos informó de que, entre 1910 y 1926, se sucedieron cuarenta y cinco gobiernos, asesinaron a cuatro presidentes de la República y el caos fue total. Fueron también los años de la Gran Guerra, con el colapso del comercio marítimo portugués hacia Gran Bretaña, su principal cliente, debido al bloqueo de Alemania. La inflación y el desabastecimiento se adueñaron de Portugal. Murieron 12.000 soldados, pero en el país murieron 82.000 personas por la escasez de alimentos y 138.000 por la Gripe Española.

La República daría paso a la larga dictadura de Salazar, lo que se denominó como Estado Nuevo.


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