Eduardo, nuestro guía, era
entusiasta, dicharachero y divertido. Salpicaba sus explicaciones con vibrantes
anécdotas con las que buscaba nuestra complicidad. Era un buen comunicador. Nos
habló de la fundación de Lisboa por los fenicios en su búsqueda de puertos
seguros en su ruta por el Atlántico hacia el estaño de las islas Británicas.
Para ellos debió ser una bendición encontrar aquel lugar que ofrecía todo lo
necesario para sus naves. Lo bautizaron como Ulissipo, puerto seguro. Después
vendrían griegos y cartagineses.
Sin embargo, según una leyenda,
el fundador habría sido Ulises, el héroe de la Odisea, que habría
prestado su nombre a la ciudad. Pessoa le dedicó uno de sus poemas en Mensaje:
El mito es la nada que lo
es todo.
El mismo sol que abre los
cielos
es un mito brillante y
mudo:
el cuerpo muerto de Dios,
vivo y desnudo.
Este que aquí arribó
lo fue por no estar
existiendo.
Sin existir nos bastó.
Por no venir fue viniendo
y nos creó.
Así la leyenda discurre
entrando en la realidad
y fecundándola
transcurre.
Abajo, la vida, mitad
de nada, muere.
Menos mítica y más real es la
figura de Viriato, que se enfrentó a los siguientes conquistadores, los
romanos. Para los portugueses, Viriato es luso, mientras que para los españoles
no hay duda de su hispanidad. Con él se anuncia la grandeza futura de Portugal.
Pessoa también le dedicó un poema en el mismo libro, del que transcribo su
segunda estrofa:
Nación porque te
reencarnaste,
pueblo porque resucitó
o tú, o de lo que eras
mástil:
así Portugal se formó.
A los romanos les sustituyeron
los suevos y los visigodos, y a estos, los musulmanes, que la llamaron
al-Usbama. Durante la dominación islámica la ciudad se consolidó como una gran
urbe de unos cien mil habitantes, mucho mayor que Londres o París. Pocos restos
quedan de esa época. En 1147 fue conquistada por el primer rey portugués,
Afonso Henriquez (Alfonso I), con la ayuda de cruzados ingleses y del norte de
Europa, de ahí que se diera al castillo el nombre de San Jorge. Aun debió
esperar hasta 1256, con Alfonso II, para convertirse en la capital, en
detrimento de Coimbra.
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