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Descubriendo Portugal 91. Amanecer en Lisboa.

 


“Cuando el viajero despertó y abrió la ventana del cuarto, el mundo estaba creado”- escribió Saramago. Por las rendijas del dormitorio se colaba una luz potente que auguraba que el mundo más inmediato iba a sufrir los rigores de la ola de calor. Que Dios nos pillara confesados.

El día lo dedicaríamos íntegramente a Lisboa. El coche se quedaría aparcado en un parking cercano y pondríamos a prueba nuestras piernas con las cuestas de la ciudad. Jose es bastante aficionado a los free tour y me ha ido convenciendo de su utilidad y calidad. Lisboa es lo suficientemente grande como para ofrecer varios, por lo que optamos por el que debería efectuar alguien que visitara por primera vez la urbe: los barrios de Baixa y Chiado.

Curiosamente, nuestros pasos siguieron casi exactamente nuestro recorrido de la noche anterior. El mundo creado por la mañana era muy diferente al de la noche. Por eso es esencial pasear las ciudades en varios momentos del día. Las calles estaban animadas con una tropa de visitantes a la caza de los lugares señalados. Los más tranquilos alargaban el desayuno en las terrazas intentando resguardarse del sol.

El lugar de encuentro era la plaza del Comercio. Sin un lugar donde guarecerse, salvo la estatua ecuestre de José I, parecía el lugar de una prueba iniciática consistente en arrojar sobre los intrépidos, o locos, turistas plomo hirviendo sobre sus cabezas. Para colmo, me había puesto pantalón largo, por aquello de darle uso. La espera fue suficiente para dejarnos empapados en sudor.

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