Salimos de la visita pasadas las
siete. Aún nos quedaba un amplio paseo hasta el coche. Lo disfrutamos admirando
el patrimonio que surgía entre los árboles y adosado a la sierra, siempre con
unos diseños atractivos. Nos hubiera gustado quedarnos en alguno de esos
hoteles, recorrer esos otros rincones que pasaban inadvertidos al visitante
fugaz, entrar en sus museos, disfrutar de un poco de jazz en una terraza por la
que pasamos fugazmente.
El tráfico hasta Lisboa fue
benévolo. Íbamos cansados. Nos costó un poco aparcar. No quedaba muy claro
cuáles eran las zonas prohibidas. Las rayas amarillas de las aceras estaban
prácticamente borradas. Aparcamos en Liberdade. Las vistosas tiendas estaban
cerradas. Los hoteles brillaban con esplendor.
Dejamos la mochila y las cámaras
y salimos en busca de un restaurante. Con la amplia oferta de nuestra calle
tardamos solo unos minutos en ser captados por uno de los ganchos que todo
establecimiento tenía para captar clientes. La terraza era agradable y el
captador un buen profesional, hijo de la cocinera, según decía. Era un
restaurante familiar. Nos ofreció grandes ventajas, los precios no cuadraban
del todo y no dejamos propina, lo que le enfadó bastante, aunque solo lo
exteriorizó con silencio e indiferencia. Eso sí, la comida a base de pescado
estaba estupenda.
La noche estaba animada: las
luces del teatro, de los restaurantes, los paseantes, el viernes por la noche.
Nos decidimos a dar una vuelta y en cuatro pasos estábamos en Rossío
acompañados de Pedro IV, que daba nombre oficial a la plaza. En la contigua se
alzaba la estatua ecuestre de João I, el fundador de la dinastía Avís y
vencedor de los castellanos en Aljubarrota. Bajamos por vía Augusta, que
congregaba a muchos de los rezagados. Nos desviamos hacia el Chiado en una
breve incursión por ese barrio. Lo suyo hubiera sido prolongar hacia el barrio
Alto, pero nos faltaban las fuerzas.
La plaza del Comercio había
reunido pequeños grupos que disfrutaban de algún músico callejero. Nos
acercamos al río y nos unimos a uno de ellos. Dejamos pasar el tiempo.
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