Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Descubriendo Portugal 80. Palacio da Pena. Ascenso.

 


Llegamos hasta las inmediaciones de la plaza de la República, el centro de Sintra-Villa, nos topamos con unas vallas y unos policías, dimos la vuelta y aparcamos en un parking gratuito cerca de las vías del tren y de varias dependencias públicas.

Subir hasta el Palacio da Pena en taxi costaba diez euros y otro tanto la bajada.  Un autobús turístico costaba esos mismos diez euros y permitía subirse todas las veces necesarias, con la ventaja de que unía todos los lugares principales. Las frecuencias eran aceptables. Nos montamos en él con un variado grupo de turistas y disfrutamos del denso bosque y las construcciones que sazonaban el trayecto. Era viernes y la entrada al palacio estaba repleta de gente. Jose, con gran habilidad, se adelantó y sacó las entradas en las máquinas dispensadoras. Mientras tanto, aún había gente decidiendo si las sacaban por ese medio o en taquilla.



El palacio quedaba en lo alto de la montaña, con la que había creado una fantástica simbiosis. No era imaginable la cima sin el palacio y éste hubiera desentonado en cualquier otro lugar. Ascendimos por las rampas a la sombra de las poderosas ramas y disfrutamos del parque y sus bosques y jardines. Perderse por sus caminos laterales era una estupenda opción.

Aquel palacio provocaba opiniones enfrentadas. Lonely Planet lo había elegido para la portada de su guía de Portugal. Para los foros era una visita irrenunciable. Para otros, era una mezcla de estilos sin ninguna armonía, un tartón de colores en un lugar privilegiado y subyugante. “Visto de lejos -opinaba Saramago- el palacio presenta una apariencia de unidad arquitectónica nada vulgar, que probablemente le vendrá mucho más de su perfecta integración en el paisaje que de la relación de sus propias masas entre sí”. Evidentemente, era una extravagancia gestada por Fernando de Sajonia-Coburgo Ghota, marido de María II (posteriormente, Fernando I) que ejecutó el arquitecto alemán Von Eschwege. Quizá fuera ese carácter inclasificable, como extraído de las ilustraciones de un libro de cuentos del siglo XIX, lo que causaba esa variedad de sensaciones y opiniones. “Y, pese a todo, -regreso a Saramago- es verdad que sin el Palacio da Pena la sierra de Sintra no sería lo que es… El palacio aparece como un afloramiento particular de la propia masa rocosa que lo soporta”.

0 comments:

Publicar un comentario