Sin duda, para quien no conoce
los alrededores de Lisboa, la primera opción debe ser Sintra. Jose no lo
conocía y yo había estado por última vez en enero de 2012. Visité el Palacio da
Pena en 1984. Como para acordarme de algo. Ni siquiera sé dónde buscar las
fotos que lo inmortalizaban. En definitiva, debía de renovar mis votos con la
ciudad.
Al salir a la calle para
desayunar nos sorprendió que la misma estuviera vacía. Las terrazas habían sido
recogidas, los restaurantes estaban cerrados y no había rastro de las hordas
que trajinaban la noche anterior. Era viernes y aún nos cruzamos con alguna
persona con pinta de ir al trabajo. En uno de los pocos bares que estaba
abierto nos sentamos, pedimos café con leche, bifana, que es un
bocadillo de lomo, y pastel de nata. Nos sirvieron con calma y paladeamos el
momento.
La salida hacia Sintra fue
exitosa. El navegador nos metió por algunos lugares un tanto peculiares (los
extraños atajos que elije para confirmar que es el trayecto más corto),
aguantamos un poco de tráfico espeso y en unos minutos estábamos bajo el manto protector
del bosque y en ascenso hacia la ciudad.
La sierra de Sintra acoge un
bosque cerrado, tupido, muy atlántico. El verdor está salpicado de casas y
pequeñas concentraciones de vistosos palacetes que muestran el buen nivel
económico de la zona. El frescor penetraba por las rendijas de las ventanillas
y nos espabilaba con felicidad. No nos hubiera importado pasar una temporada en
alguna de esas villas.
Al preparar la noche anterior
nuestra visita, comprobamos las restricciones impuestas por la situación
sanitaria. No se permitía el acceso ni el aparcamiento a vehículos particulares
ni en la ciudad ni en los diversos monumentos. Había que aparcar el vehículo y
moverse en transporte público. No sé el grado de cumplimiento alcanzado y el
celo para imponerlo, pero lo cierto es que los aparcamientos de los lugares
teóricamente restringidos estaban tan llenos como siempre. No puedo creer que
los residentes, únicos autorizados para entrar y aparcar, se hubieran lanzado
en masa a visitar lo que tenían al alcance en cualquier momento.
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