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Descubriendo Portugal 79. Sintra y el palacio que coronaba la montaña.


 

Sin duda, para quien no conoce los alrededores de Lisboa, la primera opción debe ser Sintra. Jose no lo conocía y yo había estado por última vez en enero de 2012. Visité el Palacio da Pena en 1984. Como para acordarme de algo. Ni siquiera sé dónde buscar las fotos que lo inmortalizaban. En definitiva, debía de renovar mis votos con la ciudad.

Al salir a la calle para desayunar nos sorprendió que la misma estuviera vacía. Las terrazas habían sido recogidas, los restaurantes estaban cerrados y no había rastro de las hordas que trajinaban la noche anterior. Era viernes y aún nos cruzamos con alguna persona con pinta de ir al trabajo. En uno de los pocos bares que estaba abierto nos sentamos, pedimos café con leche, bifana, que es un bocadillo de lomo, y pastel de nata. Nos sirvieron con calma y paladeamos el momento.

La salida hacia Sintra fue exitosa. El navegador nos metió por algunos lugares un tanto peculiares (los extraños atajos que elije para confirmar que es el trayecto más corto), aguantamos un poco de tráfico espeso y en unos minutos estábamos bajo el manto protector del bosque y en ascenso hacia la ciudad.

La sierra de Sintra acoge un bosque cerrado, tupido, muy atlántico. El verdor está salpicado de casas y pequeñas concentraciones de vistosos palacetes que muestran el buen nivel económico de la zona. El frescor penetraba por las rendijas de las ventanillas y nos espabilaba con felicidad. No nos hubiera importado pasar una temporada en alguna de esas villas.

Al preparar la noche anterior nuestra visita, comprobamos las restricciones impuestas por la situación sanitaria. No se permitía el acceso ni el aparcamiento a vehículos particulares ni en la ciudad ni en los diversos monumentos. Había que aparcar el vehículo y moverse en transporte público. No sé el grado de cumplimiento alcanzado y el celo para imponerlo, pero lo cierto es que los aparcamientos de los lugares teóricamente restringidos estaban tan llenos como siempre. No puedo creer que los residentes, únicos autorizados para entrar y aparcar, se hubieran lanzado en masa a visitar lo que tenían al alcance en cualquier momento.

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