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Descubriendo Portugal 77. Un hotel cénctrico y el recuerdo de una gran cena.


 

Gracias al navegador, y a las precisas indicaciones de Jose, por supuesto, no nos perdimos en el entramado de carreteras a las afueras de Lisboa. Cada vez más me pregunto cómo éramos capaces de llegar en el pasado a los sitios sin perdernos y ayudados tan solo de un mapa. El tráfico era denso en los dos sentidos. Muy propio de una gran ciudad, aunque impropio en verano. El número de visitantes de Lisboa es inmenso.

Nos despistamos en el último giro en Liberdade, tuvimos que dar otra vuelta, que nos sirvió para explorar la avenida y aledaños, y cuando ya estábamos en la calle del hotel comprobamos que estaba cortada en su tramo. Esta vez la vuelta fue menos extensa, dejé el coche en zona de motos, le puse los warnings y bajamos con el equipaje organizando un ruido portentoso por el adoquinado. Mientras Jose se hacía el test yo me fui a aparcar. Lo dejé un poco más adelante con serias dudas de si estaba en prohibido.

Residencial Florescente cumplía exactamente nuestros propósitos: estaba céntrico. Rua das Portas de Santo Antão era una calle estrecha con mucha animación. Contaba con otros hoteles y un montón de restaurantes. En uno sencillo cenamos comida casera con dos cervezas. Era el momento de descansar. En la calle estaba el Ateneo Comercial de Lisboa, el teatro Politeama, la Sociedad Geográfica y algún lugar más de interés.

Sentados a aquella mesa recordamos nuestra anterior visita a la ciudad hace diez años en compañía de mi sobrino Carlos. La primera noche nos fuimos a cenar a las Docas, que en aquel entonces era lo que estaba más de moda. A los pies del puente 25 de Abril, era el producto de una transformación urbanística. Un puerto deportivo y una zona impresionante de restaurantes habían revitalizado una antigua zona portuaria. Seguía estando de moda, por lo que pude saber.

Tras un corto paseo nos fuimos, reventados, a dormir.

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