Rodeamos el complejo para entrar
y visitar las Capelas Imperfeitas o capillas inacabadas. Estaban detrás
de la cabecera del templo. La peculiaridad era que no se llegó a construir la
bóveda que cerraba el techo. Lejos de ser un inconveniente les daba un carácter
más místico, de ruina que se negaba a ser vencida.
Su forma era octogonal. Eran
grandiosas, sin mayor decoración en los muros que las vidrieras. Daban mayor
solemnidad a cada una de las tumbas en piedra con los distintivos de cada uno
de los personajes reales.
El sarcófago más destacado era
el de don Duarte, o Eduardo I, con su esposa Leonor. Sobre ella, un libro; él
sostiene su espada. Ambos estaban unidos por las manos, un hermoso signo de
amor, entrañable.
El hijo de Juan I de Portugal
tuvo un reinado breve, de 1433 a 1438. Durante el mismo se produjo el desastre
de la toma de Tánger en que fue capturado su hermano Fernando, el Infante
Santo. Los benimerines propusieron intercambiarle y liberarle si les devolvían
los portugueses la ciudad de Ceuta, conquistada en 1417 para controlar el
comercio que atesoraba. Fernando murió en su cautiverio de Fez. Calderón de la Barca
utilizó esta historia como argumento de su obra El príncipe constante.
Esa desgracia marcó su reinado.
Pessoa se hizo eco de su tristeza y le incluyó en Mensaje en la primera
de las quinas, las llagas de Cristo entregadas a Afonso Henríquez en la batalla
de Ourique y que figuran en el escudo de Portugal:
Me hizo mi deber, como
Dios el mundo.
La regla de ser Rey dio
alma a mí ser,
en tiempo y letra
escrupuloso y hondo.
En mi tristeza, firme,
así viví.
Cumplí frente al Destino
mi deber.
¿Inútilmente? No, pues lo
cumplí.
Su hermano Fernando es la
segunda quina de Pessoa, a quien Dios “me consagró en honor y en desgracia”. Representaría
el cumplimiento del deber, a pesar de las consecuencias que acarreara:
Y avanzo, y la luz de la
espada alzada
en mi rostro es calma.
Lleno de Dios, no temo lo
que vendrá
pues, venga lo que venga,
nunca será
más grande que mi alma.
Ahora observábamos el conjunto
con el eco de esos versos cargados de épica y de mística.
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