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Descubriendo Portugal 74. El monasterio de Batalha IV. El claustro Real y el de Afonso V


 

En el claustro Real destacaba el fino trabajo de las tracerías decorativas, como celosías en piedra que nada sustentaban y para deleite de los monjes o de los personajes que caminaran por sus galerías meditando o dialogando. Además, filtraban la luz y jugaban a las sombras con el suelo.

Accedimos a la solemnidad de la sala capitular con la tumba del soldado desconocido. Honraba a los caídos en la Primera Guerra Mundial. En esa tumba estaban enterrados dos soldados que no pudieron ser identificados. Dos soldados montaban guardia y homenajeaban a sus compañeros del pasado.



En Viaje a Portugal leí la anécdota, recogida por Alexandre Herculano, que situaba a Afonso Domingues, el primero de los quince arquitectos que tuvo el monasterio, entre 1386 y 1517, sentado bajo la clave de la bóveda en el momento anterior a ser retirados los puntales y la cimbra. Cuando comprobó que no se caía exclamó que no se caería. Así ha llegado a nuestros días. Jose y yo nos situamos bajo la clave como en un ritual de confirmación.

En una de las esquinas del claustro observamos una fuente de hermosa traza. Fuentes similares las habíamos visto en otros claustros y parece que servían como lavadero. Hermoso lavadero, sin duda, aunque la labor de lavar la ropa en invierno fuera igual de dura. Al menos quedaba la contemplación de esta obra.



El claustro de Afonso V, o claustro menor, era obra de Fernão de Évora. Más sencillo, de arcos apuntados y columnas dobles en la parte inferior, y arquitrabado en la superior, estaba más en línea con la institución religiosa. No pretendía impresionar a nadie. Estaba despojado de decoración. Subimos a las galerías superiores. Los árboles se lanzaban con sus puntas hacia el cielo.

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