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Descubriendo Portugal 73. El monasterio de Batalha III. Símbolo de Portugal.


 

Sí trata el cronista con sumo respeto al condestable Nuno Alvares Pereira cuyas virtudes contrastan con los vicios de la nobleza.

Porque no es la nobleza sino el pueblo quien protagoniza la victoria definitiva:

…pretende demostrar que la acción del pueblo fue decisiva para lograr la victoria sobre Castilla y también que ese pueblo encarnaba el patriotismo -el “amor a la tierra”, como él dice- frente a la nobleza, que representaba la persistencia de un vasallaje feudal alimentado por las recompensas materiales de los monarcas castellanos.

No comulgaba con la nobleza en una época de lucha entre una burguesía mercantil y capitalista apoyada por artesanos y menestrales y la nobleza que se resquebrajaba con el debilitamiento del sistema feudal. Ese enfrentamiento se agudiza bajo el gobierno del regente Pedro, por la minoría de edad de Alfonso V, nieto de João I. Esa revolución transformó la sociedad portuguesa, como destaca Saraiva. Una revolución popular comandada por el pueblo de Lisboa que resiste ante el cerco de la ciudad por las tropas castellanas. Recordemos que la nobleza portuguesa se alineó mayoritariamente en favor del partido castellano, mientras que el pueblo encumbró al Maestre de Aviz y le permitirá subir al trono.

Batalha se convirtió con el tiempo en uno de los más fuertes símbolos nacionalistas de Portugal, de una nación que había perdido su preeminencia en el mundo, su carácter de imperio, pero que aspiraba a regresar al protagonismo del orbe, como impulsó Pessoa en Mensaje con el advenimiento futuro del “Quinto Imperio”. Cuando se acometieron reformas en el siglo pasado y se retiraron símbolos religiosos, el monasterio quedó como el símbolo de la Dinastía Aviz. También, indirectamente, de la grandeza pasada de Portugal

El monasterio sufrió daños en el terremoto de 1755 (el denominado de Lisboa, por ser esta ciudad la más afectada), pero mucho más serios fueron los daños causados por las tropas napoleónicas. Con la desamortización de 1834 sufrió el abandono y quedó en estado ruinoso. En 1840, el rey Fernando II se interesó por su estado y comenzó su restauración. El claustro de Juan III fue incendiado en las Guerras Napoleónicas y posteriormente fue demolido. Era el amplio espacio de la plaza exterior.

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