Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Descubriendo Portugal 72. El monasterio de Batalha II. La Capilla del Fundador.


 

A la derecha de la entrada estaba la Capilla del Fundador. En el centro se alzaba con solemnidad la tumba de don João y de su querida esposa, Felipa de Lancaster, que alumbró una camada de infantes que marcaron la historia de Portugal, como exaltaba Pessoa en su libro Mensaje:

¿Qué enigma había en tu seno

que solo genios concebía?

¿Qué arcángel tus sueños logró

velar, maternos, un día?

 

¡Vuelve hacia nosotros tu rostro serio,

princesa del Santo Grial,

vientre humano del Imperio,

madrina de Portugal!


 

Algunos de sus hijos, como el infante don Pedro y su esposa Isabel de Aragón, o don Fernando, don Enrique el Navegante o Juan e Isabel, también yacían en los sepulcros adosados a los muros, bajo arcos flamígeros, con sus escudos de armas.

La veneración por este rey que inauguraba la Dinastía Aviz se refleja en otro poema de Pessoa en el mismo libro, Mensaje:

El hombre y la hora son uno solo

cuando Dios crea y la historia es hecha.

El resto es carne, cuyo polvo

la tierra acecha.

 

Maestro, sin saberlo, del templo

que Portugal llegó a ser,

que tuviste la gloria y diste el ejemplo

de defenderlo,

 

tu nombre, elegido por su fama,

es, en el altar de nuestra alma interna,

la que repele, eterna llama,

la sombra eterna.

 


Esta casi unánime opinión favorable sobre el rey João I contrasta con la que vierte Fernão Lopes, probablemente el primer historiador portugués al abandonar la posición de mero cronista o recopilador de datos. Esos datos los analizó y les aportó consistencia unitaria, algo extraño en el siglo XV.

En su obra, que no he leído y que conozco a través de Antonio José Saraiva y su Breve historia de la literatura portuguesa, de la cual transcribo, crítica al personaje real:

El retrato que traza de la persona del rey João I es el de un hombre dubitativo y a veces pusilánime, a quien empujan otros individuos más conscientes o decididos. Cuenta el cronista que al futuro soberano se le caía la espada de las manos al ir a dar muerte al Conde de Andeiro y que llegó a preparar la huida a Inglaterra al comprobar que la situación no parecía clara para su causa. La persona del monarca se esfuma constantemente entre los comparsas individuales y colectivos que se mueven en torbellino durante las insurrecciones, asedios y batallas. Cuando leemos a Fernão Lopes, los héroes no se nos figuran la causa de los acontecimientos; parecen más bien unos simples participantes, a veces involuntarios, de esos mismos acontecimientos.

0 comments:

Publicar un comentario