A la finalización de la Segunda
Guerra Mundial, en la que tanto Portugal como España, dos dictaduras, habían
permanecido neutrales (habría que poner matices a esa afirmación, en ambos
casos), los vencedores consideraron que con el aislamiento internacional sería
suficiente para su caída. Ambas se refugiaron en sí mismas, en la autarquía.
Portugal miró a sus colonias.
El año 1960 marca la
independencia de varios países de África. Sin embargo, Portugal se negó a
otorgarla a sus territorios, por haberles otorgado la condición de provincias,
lo que dio origen a una larga guerra en Guinea Bissau, Angola y Mozambique que
supuso una sangría para el país al tener que dedicar ingentes cantidades de
dinero al esfuerzo bélico. Esas cantidades no se pudieron dedicar al progreso de
Portugal. La emigración fue la solución para muchos ciudadanos que se marcharon
a Estados Unidos, Canadá, Francia, Venezuela o Alemania Occidental.
La guerra de África (o las
campañas de ultramar, como preferían denominarlas los portugueses) se hizo cada
vez más impopular. En 1973 nació el Movimiento de la Fuerzas Armadas formado
por oficiales del ejército. Fue el germen de la Revolución.
El 16 de marzo de 1974 fracasó
el Levantamiento de Caldas da Rainha, lo que abrió un periodo de depuración de
las fuerzas armadas. La única solución era un golpe militar. Las claves para su
inicio fueron dos canciones, E depois do Adeus, de Paulo de Carvalho,
emitida a las 22.55 del 24 de abril, para que las tropas se prepararan en sus
puestos, y Grãndola Vila Moreno, ésta para ocupar los puestos
estratégicos. Cuando se ejecutaron los movimientos no hubo apenas resistencia.
Marcelo Caetano, que había
sustituido a Antonio Oliveira Salazar, se refugió en el cuartel de largo
do Carmo. Fue cercado y unas horas después, ante la evidencia de la victoria
del alzamiento, se rindió. Poco después partió hacia el exilio en Brasil.
Eduardo nos comentó el origen
del nombre de la Revolución de los Claveles, que encuentro resumido en
Wikipedia:
Uno de los hitos de aquellas concentraciones fue la marcha de las flores
en Lisboa, caracterizada por una multitud pertrechada de claveles, la flor de temporada. Una camarera, Celeste Caeiro, que regresaba a casa cargada de las flores que iban a ser entregadas a
los asistentes de un banquete para celebrar el primer aniversario del restaurante de autoservicio «Sir» en la calle Braancamp, el cual fue suspendido por la
situación; no pudo dar el cigarrillo que un soldado le pedía desde un tanque en la plaza del Rossio, justo al inicio del Largo do Carmo, donde los tanques de
los sublevados aguardaban nuevas órdenes en una tensa espera desde la
madrugada. Como la joven solo llevaba los manojos de claveles, le dio uno. El
soldado lo puso en su cañón y los compañeros repitieron el gesto colocándolos
en sus fusiles, como símbolo de que no deseaban disparar sus armas, extendiéndose la
acción por toda la ciudady generando el nombre con que la revuelta pasaría
a la historia.
Todos nos quedamos silenciosos
hasta que Eduardo nos animó a reanudar la marcha.
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