La más hermosa, trágica y
truculenta historia de amor de Portugal tuvo lugar a mediados del siglo XIV.
Sus protagonistas fueron la gallega Inés de Castro y el infante, posteriormente
rey, Pedro de Portugal.
Inés era de sangre noble y
estaba emparentada con los reyes de Castilla. Llegó a Portugal como doncella en
la comitiva de su prima Constanza Maruel de Villena, que se había casado por
poderes con el infante.
El flechazo debió de ser
inmediato y empezaron su arriesgada relación incluso cuando aún estaba casado
Pedro con Constanza, a la que sacudían unos terribles celos. No era para menos
ya que aquella relación fructificó en cuatro hijos que nunca fueron
reconocidos.
Era habitual en la época que los
reyes gozaran de amantes y concubinas. El oficio real implicaba muchas veces
casamientos por conveniencia. Esa era su válvula de escape y nadie se mesaba
los cabellos por tales amores ilícitos. Por supuesto, no contaban con la
aquiescencia del rey Alfonso IV ni de la nobleza portuguesa por el temor a que
Castilla se anexionara a Portugal. Este componente político tuvo una
importancia capital en su trágico final.
Constanza falleció en el parto
de uno de sus hijos. En unos lugares dicen que del futuro Fernando I, en 1345,
o de María, en 1349, según otros. Sin embargo, aquella muerte no dio vía libre
a legitimar la relación. Se dice que se casaron en secreto en la iglesia de San
Vicente, en Braganza.
En enero de 1355 Inés fue
asesinada en la Quinta das Lágrimas, a las afueras de Coímbra. Quien acude al
lugar, que aún existe, encontrará un hotel de lujo y el libre acceso a sus
jardines.
Su muerte fue inmortalizada por
la literatura. Camoens (o Camões) la incluye en su obra maestra, Los
Lusiadas (u Os Lusíadas), en el canto tercero. García de Resende escribió
Trovas á morte de Inés de Castro y Antonio Ferreira Tragedia mui
sentida e elegante de doña Inés de Castro (conocida popularmente como La
Castro). Luis Vélez Guevara utiliza su argumento en Reinar después de
morir. Alejandro Casona en Corona de amor y muerte. Se han escrito
nada menos que veintinueve óperas con su argumento.
Tú solo, injusto Amor, tú
solo, cuya
Fuerza a los corazones
tanto obliga,
diste causa a la cruda
muerte suya
Como si fuera pérfida
enemiga.
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