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Descubriendo Portugal 53. La catedral de Oporto II

 


Accedimos al claustro gótico, iniciado por João I en 1385. En esta catedral se casó con Felipa de Lancaster el rey que inauguraba la dinastía Aviz. En ella fue bautizado Enrique el Navegante. En el centro, un cruzeiro en que Cristo había perdido la cabeza. El lugar de meditación de los religiosos era pequeño y agradable. Sobre todo, nos impresionaron los azulejos que cubrían los muros. Las escenas que representaban eran del Cantar de los Cantares, mientras que en la parte superior correspondían a la vida de la Virgen, a escenas de la metamorfosis y palaciegas.



En las diversas estancias a las que tuvimos acceso abundaban las buenas tallas y obras de arte, principalmente barrocas. Un lujo desbordante y recargado. El oro descubierto en Brasil a principios del siglo XVIII dio mucho juego a esta exhibición de riqueza. Desde luego, no se tomaban muy en serio el voto de pobreza. En torno al claustro estaba la capilla de San Juan Evangelista o de João Gordo, hombre de confianza del rey don Dinis, caballero hospitalario. A continuación, la de San Vicente, presidida por un Cristo con excesivos dorados. La contigua escalera de Nasoni permitía subir a la parte superior. La sacristía era otra de las piezas relevantes.



La iglesia, de tres naves, de una gran altura, no se evidenciaba desde el exterior. La sobria decoración contrastaba con los retablos de las capillas y del altar mayor. En las pinturas murales reaparecía Nasoni. El altar de plata de la capilla del Santísimo Sacramento era una obra maestra de la platería.

En la segunda planta de la casa del Cabildo, que era el edificio adosado a la catedral, se encontraba el Museo del Tesoro de la .

La plaza que precedía a la catedral se completaba con el pelourinho donde se ajusticiaba a los malhechores y el Palacio Episcopal, diseñado por Nasoni en 1734 e iniciado en 1741, aunque no llegó a verlo terminado.

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