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Descubriendo Portugal 49. Vagas figuras, vacilantes imágenes. Aveiro.


 

Todas las referencias sobre Aveiro eran buenas, así que decidimos incluirla en nuestro itinerario. Desde Oporto eran unos 76 kilómetros por una buena carretera que en algo menos de una hora nos conduciría a la ciudad de los canales situada en la ría del mismo nombre. Lo único malo era que reducía nuestro tiempo para seguir explorando Oporto. Lo más razonable hubiera sido dedicar esa jornada a Oporto y visitar Aveiro camino de Coímbra y dormir en ésta, que también ofrecía muchos atractivos. Ese es el consejo que ofrecemos a quien haga sus itinerarios en el futuro.

No nos entretuvimos demasiado en los rituales mañaneros y algo antes de las diez nos pusimos en marcha. Había que ascender la cuesta de nuestra calle, realizar unos cuantos requiebros por otras sin demasiado atractivo y conectar con la carretera de circunvalación. Empezaba una placentera conducción por la región de las Beiras, un territorio hermoso casi en paralelo con el océano por la IP1 o la A1, de peaje. La alternativa era la N109, más cercana al mar y más lenta.

Como ya he comentado, la razón por la que incluíamos Aveiro en nuestro viaje eran sus buenas referencias, ratificadas por Jose, que estuvo con la familia hace unos años. Por si alguien dudara, quedaban las palabras de Saramago, especialmente las dedicadas a la ría, que solo vimos desde la carretera, lo que nos impidió una idea de conjunto. Comparto su visión:

Es un momento solemne. Ahí, hacia abajo, está la ría de Aveiro, cuarenta kilómetros de costa, veinte kilómetros hacia el interior, tierra firme y agua rodeando todas las formas que pueden tener las islas, los istmos, las penínsulas, todos los colores que pueden tener el río y el mar. Este es el río del Vouga, pero no ha de olvidar el viajero las ayudas de la telaraña de ríos, arroyos y riachuelos que de las vertientes de las sierras de Freita, Arestal y Caramulo avanzan hacia el mar, algunos condescendiendo con afluir al Vouga, otros abriendo su propio camino y encontrando sitio para desaguar en la ría por cuenta propia.

Al alcanzar las inmediaciones de la ciudad nos sumergimos en un paisaje de marismas, de tierras bajas y calmadas. Unas marismas que fueron insalubres durante un largo período de tiempo a consecuencia de una tormenta en la década de 1570, según leo en la Lonely Planet, que bloqueó la desembocadura del río y causó la ruina de su próspero puerto marítimo. La prosperidad regresó en 1808 con la construcción del canal Barra. En la actualidad, el turismo ha tomado el protagonismo sobre las tradicionales actividades de pesca y recogida de la sal que se mandaba a Terranova para la conservación del bacalao.

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