Comentaba Jose que Oporto se
había convertido en los últimos años en uno de los destinos favoritos del
programa Erasmus. Su nutrida población universitaria y buen ambiente
garantizaban la diversión. Nosotros no pudimos comprobarlo al estar en periodo
vacacional y en tiempos de restricciones por la pandemia. No obstante, se
respiraba alegría de vivir, como en toda ciudad con ambiente estudiantil.
En ese ambiente estudiantil y
cultural encontramos el siguiente atractivo de la zona: la librería Lello. Por
desgracia, ya estaba cerrada, con lo que nos asomamos tímidamente al interior,
espectacular, según confirmé posteriormente en internet. Jose había tenido más
suerte que yo y la había visitado en una ocasión anterior. Había inspirado la
biblioteca de los relatos de Harry Potter. Aprovechando el tirón de la escalera
ornamental y las vistosas estanterías se cobraba la entrada y si el visitante
compraba un libro se le descontaba del precio pagado. En la fachada, dos figuras
simbolizaban el arte y la ciencia, como una declaración de principios para
visitantes y compradores.
En el mismo entorno estaba el
Museo de Historia Natural de la Facultad de Ciencias, con la fuente de los
leones y el Centro Portugués de Fotografía, que fue durante muchos años cárcel.
Entre sus ilustres ocupantes forzados se encontraba el duque de Terceira o el
escritor Camilo Castelo Branco que aprovechó su estancia para alumbrar su
novela Amor de perdición.
Descartamos intentar subir a la
torre de los Clérigos. La cola era tremenda y nuestras fuerzas eran escasas. Unos
días después, Fer y Pepe, primos de Jose y mis sobrinos, tuvieron más suerte y conquistaron
los 240 escalones y la estupenda vista desde lo alto.
Fuimos hacia el edificio de la
Universidad, paseamos por el jardín de João Chagas y tratamos de tomar una
cerveza en una terraza abierta muy cool. Estaba llena.
Nos infiltramos por las
callejuelas que ofrecían un encanto sincero. Pequeños restaurantes ofrecerían en
pocas semanas menús baratos a los estudiantes. Algunas zonas estaban en obras y
en alguna descubrirían restos arqueológicos que trastocarían los planes de los
constructores. En uno de esos recovecos nos topamos con la terraza de un hotel
en un patio de manzana. Los vecinos charlaban en las terrazas.
Caía la tarde y había que cenar.
0 comments:
Publicar un comentario