Para rendir nuestro homenaje a
otro liberal de la primera mitad del siglo XIX, tan convulso en Portugal como
en España por la lucha entre absolutistas y liberales, nos acercamos a la iglesia
de la Trinidad (Trinidade) y bajamos a los Paços do Concelho, al Ayuntamiento.
Frente a él, estaba la estatua de Almeida Garrett, maestro de viajeros, como
nos ilustró Saramago.
João Baptista da Silva Leitão,
que ese era su nombre, nació el 4 de febrero de 1799 en la ciudad. Fue
dramaturgo, escritor romántico, político y masón. Su tendencia política le
obligó a exiliarse en varias ocasiones. A la vuelta del viaje leí su libro Viajes
por mi tierra que tanto inspiró a don José. De su prólogo obtengo la
información sobre su biografía.
Almeida Garret pasó su
adolescencia en la isla Terceira, en las Azores, al haberse desplazado la
familia huyendo de las tropas napoleónicas que entraron en la ciudad en 1809.
En 1816 entró en la Universidad de Coímbra para estudiar derecho. Su familia
quería que siguiera la carrera eclesiástica, lo cual hubiera sido un grave error.
Contabilizará la acción política con la bohemia.
El triunfo liberal le premiará
con cargos públicos, aunque con la oposición de los sectores reaccionarios. Con
el advenimiento de los absolutistas se exilia entre 1823 y 1826 a Francia e
Inglaterra, donde entrará en contacto con el movimiento romántico y leerá a Byron
y Walter Scott.
Su labor política le llevará a
fundar periódicos y revistas, a colaborar en la campaña de educación nacional.
Se interesará por el desarrollo de un teatro portugués. La nueva victoria
liberal provoca que se implique en las reformas, aunque las suspicacias de su
entorno le arrojan a misiones diplomáticas en París, Londres o Bruselas.
Regresa a Lisboa y ayuda al triunfo de la Revolución Setembrista. Participó en
el desembarco en Mindelo de julio de 1832 con las tropas de Pedro IV que
buscaban ocupar Oporto y cayeron en la trampa de los miguelistas.
Esos vaivenes políticos le
llevan a alejarse de la vida pública. En 1842 sube al poder Costa Cabral, que impone
un régimen autoritario. Aún regresará a la palestra política por su talante
democrático, como destaca Martín López-Vega en el prólogo a Viajes por mi
tierra con un discurso del propio escritor:
Este es
un siglo democrático; todo lo que haya de hacerse se hará por el pueblo y con
el pueblo, o no se hará. Los príncipes dejaron de ser, ni pueden ya ser, Augustos.
Los poetas se hicieron ciudadanos, tomaron parte en la cosa pública como suya.
El político y el intelectual se
sumaron en una personalidad apasionante. El escritor que introdujo el
romanticismo en Portugal y renovó su literatura era también el que recopiló la
tradición en el Romanceiro. Ese era el nuevo espíritu europeo:
El dandy
que dictaba la moda en el Chiado, el hombre galante que engatusaba a las
mujeres del siglo... fue también un intelectual sin el que no sería posible
comprender las transformaciones sociales, ideológicas y políticas que se dan en
el Portugal del siglo XIX y uno de los promotores de la aparición y desarrollo
de la literatura romántica lusa, modernez que compaginó, sin contradicción, con
el hecho de ser el primero en ponerse a la tarea de recoger la literatura oral
de su país en el justamente célebre Romanceiro.
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