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Descubriendo Portugal 31. Nuestra Señora de la Consolación y San Francisco.



Algo más abajo, al final del florido jardín de largo da República do Brasil, saliendo de la aglomeración del casco histórico, nos atrajo una iglesia alta y estrecha, esbelta como una mujer elegante. Era la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación y los Pasos Santos, obra de finales del XVIII de André Soares, del que ya habíamos tenido importantes referencias en Braga. En el siglo XIX le añadieron las dos torres. Si interior también era magnífico y estaba preparado para una boda. Nos cruzamos con algunos de los invitados. La momia encerrada en una urna podía ser la de san Gualter, nombre con el que también era conocida la iglesia.



Nuestra última visita fue a San Francisco, fundado en el siglo XIII y que mantuvo una larga controversia con Nuestra Señora de Oliveira, que se opuso a su traslado desde las afueras de la villa y que incluso derribó algunas de sus construcciones hasta que intervino el Papa. Como otras instituciones religiosas, cesó su actividad en 1833 y la reanudó en 1875. Una parte del antiguo convento era actualmente un centro asistencial.

El interior era de gran vistosidad. Los retablos de las capillas laterales y el del ábside eran de un dorado barroco. Los azulejos de la cabecera eran magníficos. La bóveda estaba pintada con escenas del santo.



Nos habíamos ganado un paseo a la sombra de la Alameda, donde los lugareños pasaban las horas de canícula conversando o vigilando a los niños para que no hicieran fechorías mientras jugaban. En el extremo del parque nos sentamos a tomar un refresco en Nata de Guimarães, con los mejores pasteles de la ciudad.

Con cierta nostalgia y un buen sabor de boca por la belleza de la ciudad tomamos el coche para continuar nuestro camino hasta Oporto. La carretera era buena y tardamos muy poco en entrar. Aprovechamos el final de la tarde y la noche.

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