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Descubriendo Portugal 30. Santa Clara, las murallas y el Museo Alberto Sampaio.


 

Seguimos callejeado, en parte sometidos a la dictadura de la masa, que avanzaba poco y atascaba mucho la calle de Santa María. Tras un arco que comunicaba los dos lados de la calle nos alcanzó el aroma de una de las pastelerías históricas que gozaba de más entusiastas. Ese aroma de infancia nos acompañó por la calle durante un buen tramo.

Una nueva plaza la formaba un ensanche de la calle con el antiguo convento de Santa Clara y la Biblioteca Municipal Raúl Brandão. En 1834, con la amortización, cesó su actividad religiosa. Desde 1968 era la sede del Ayuntamiento. La fachada era muy atractiva.



Parecía que salíamos del casco antiguo. Giramos a la derecha hasta Porta do Burgo y las murallas. Un largo lienzo había subsistido paralelo a la avenida Alberto Sampaio. Subimos a la parte alta y fuimos observando la ciudad desde esa privilegiada posición. Siempre es un deleite un mirador que regala una visión de conjunto que ayuda a hacerse una idea del mundo por el que transitábamos. Y que nos permitía captar algunas fotos gloriosas.

Al descender, nos topamos con otro de los museos principales de la ciudad, otra de sus joyas: el museo Alberto Sampaio. Y como no había tiempo para la visita (en ese momento permanecía cerrado), recurro nuevamente a Saramago para que nos hagamos una idea:

Contiene una de las más preciosas colecciones de imaginería sacra existentes en Portugal, no tanto por la abundancia como por el altísimo nivel estético de la mayoría de las piezas, alguna de ellas verdaderas obras maestras… Tiene un equilibrio perfecto entre lo que guarda y el entorno espacial y arquitectónico.

Individualizaba en su narración algunas de las piezas más señeras:

El altar de plata de don João I y la cota de malla que vestía en Aljubarrota, las Santas Madres, la ochocentista “Huida a Egipto”, “Santa María la Hermosa, del Maestre Pedro, “Nuestra Señora y el Niño”, de Antonio Vaz, con el libro abierto, la manzana y las dos aves, la tabla de Fray Carlos que representa a “San Martín, San Sebastián y San Vicente” y otras mil maravillas de pintura, escultura, cerámica y platería.

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