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Descubriendo Portugal 8. Haciendo tiempo en la puerza del aire.


 

La pureza del aire, quizá por esa frescura tímida, era una bendición. Se llenaba con los colores de la ciudad que recorríamos de forma aleatoria, sin un plan preconstituido y casi copiando el itinerario de la tarde anterior, que nos había gustado. Los turistas se iban incorporando a las calles.

Nuestros pasos nos llevaron hasta la oficina de turismo, donde nos atendió una mujer de cierto encanto, algo más joven que yo, que nos entregó un plano después de marcar lo indispensable, bastante abundante, por cierto. Preguntamos por los free tour, a los que es aficionado Jose por sus buenas prestaciones, y nos confirmó que empezaba uno a las once, en media hora, junto a la Porta Nova. Le preguntamos por los horarios de la catedral y nos tranquilizó saber que eran ininterrumpidos hasta las siete. Como había misa a las once y media nos dijo que podíamos entrar y verla sin pagar. “Así se paga a Dios y no a los clérigos”, le dije bromeando, y ella me siguió la corriente.



Para hacer tiempo, nos acercamos hasta la plaza donde se alzaba la iglesia de Santa Cruz y el hospital de San Marcos. Este último había sido desacralizado y convertido en la farmacia de la Misericordia y en un hotel de cuatro estrellas. La plaza lucía uno de esos montajes con el nombre de la ciudad que se habían puesto de moda en muchos sitios. Parece que si no te fotografías con él no has estado en la ciudad. Una pequeñina se había hecho fuerte en la letra B y no se daba por enterada de nuestra presencia. Incluso le dije a Jose que no había problema, que nos haríamos la foto con ella. Su hermano mayor la instó a dejar libre su letra, la pequeña se negó con vehemencia y el hermano la arrancó literalmente del cartel, lo que provocó un cabreo inmenso de la criatura.

Por rua do Souto, la calle más comercial y animada, en la que habíamos cenado la noche anterior, bajamos hacia Porta Nova. El fluir de la gente era constante, aunque de forma cansina. Otros visitantes se refugiaban a la sombra de las terrazas. Más allá de la muralla estaba la Cámara Municipal o el Ayuntamiento precedido de una hermosa fuente y un jardín plagado de flores de fuertes tonalidades, algo habitual en otros jardines de la ciudad, como pudimos comprobar.

Componíamos el tour una docena de personas. Nuestro guía era un chaval joven, universitario, agradable y ameno, bien documentado. Nos deleitó con sus explicaciones.

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