Junto a la Domus, la iglesia
de Santa María exhibía un hermoso pórtico occidental. El interior guardaba unos
retablos barrocos, siendo el más destacado el del altar mayor. El techo, en
forma de nave invertida, con una decoración en trampantojo, representaba
escenas de la vida de la Virgen. Desde el coro se veía muy bien, a pesar de la
oscuridad. Saltamos el museo de la Máscara y el Traje y caminamos hacia un
extremo del recinto. Allí se alzaba el pelorinho, una alta columna
sostenida por un verraco o berrõe. Abundaban en la zona. De origen celta,
se discutía cuál era su utilidad. Estaban cargados de simbolismo. En este caso,
parecía una picota medieval donde se administraba justicia y se ejecutaban las
penas.
Bajando un poco más se alzaban
la iglesia de San Bento y la de San Vicente, en la que se dice que fue el lugar
del enlace secreto del infante don Pedro con su amada Inés de Castro, de los
que hablaremos más adelante. En la parte baja estaba la catedral vieja y el
museo del Abad de Baçal, donde se refugió Saramago de una incómoda y torrencial
lluvia. Destacaba los berrões y su interesante colección de arte.
Deberán esperar una próxima visita.
La Bragantia celta, o la
Julióbriga romana (en honor de Julio César), tomó mayor relieve cuando en 1442,
el rey Alfonso V creó un ducado para su tío, hijo ilegítimo del primer rey de
la dinastía Avis, Juan I. Esta casa de Braganza subió al trono tras la etapa de
incorporación de Portugal a España, en 1640. Reinó hasta 1910. Una escultura le
honraba cerca de las murallas.
Después de esta breve visita
entramos a comer en la Taberna do Javali, en que probamos los excelentes
embutidos de la zona y un bocadillo de jabalí mechado. Al encanto de la terraza
se unía el precio, 22 euros, cervezas incluidas.
0 comments:
Publicar un comentario