Braganza fue ciudad fronteriza
que vivió las enemistades de Portugal con León, Castilla y España. Su primer
rey, Alfonso Enríquez (o Afonso Henriquez), la amuralló en 1130. Su hijo,
Sancho I, construyó el castillo en 1187, tras arrebatar la ciudad al rey de
León Alfonso IX. Por eso, una de las visitas necesarias era la ciudadela. Su
recinto, compuesto de quince torres, acumulaba varios monumentos de interés.
Un cartel bastante castigado por
la intemperie informaba de la torre de la Princesa, que fue prisión de quien se
atrevió a enamorarse de un trovador. Lo más destacado del recinto era la torre
del Homenaje, elegante para lo que se espera de un edificio bélico. Acogía el
museo Militar.
Unas escaleras nos condujeron a
las murallas y al camino de ronda. Las vistas eran imponentes y desde ellas se
dominaba una amplia contornada. Estaba adornada de apetecibles casas de campo.
Comenzamos la visita de los
principales monumentos. Habíamos elegido Braganza porque era la parada natural en
nuestro itinerario. Además, por su carga histórica. Nos sedujo con su atractivo
sencillo. La Domus Municipalis, el antiguo ayuntamiento, captaba la
atención de forma inmediata. Era de planta pentagonal irregular, de especial
singularidad, románico civil del siglo XII. Era poco habitual en Portugal y en
la Península. En la parte superior se reunía el concejo y en la inferior había
una cisterna. Cuál fue su uso originario sigue siendo un misterio.
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