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Descubriendo Portugal 2. Dudas tecnológicas al entrar en Portugal.


 

Saramago se sorprendería al comprobar, desde que realizara su famoso Viaje a Portugal, cómo han mejorado las carreteras portuguesas, cómo sus montes han dejado de ser barreras infranqueables que aíslan pueblos y comunidades y cómo moverse por el país es rápido y seguro. Quizás haya perdido algo de su carácter romántico, de aventura, de sorpresa.

Desde que saltamos la frontera, un potente puente sobre un río, sin garitas y sin otras referencias que unos carteles, nos asaltó la congoja de no disponer del aparatito para los peajes o la pegatina que permitía circular sin límites. Probablemente, al principio, no fuera necesario para circular por una carretera nacional y sí por una autopista. Elucubrábamos con nuestro posible incumplimiento, que en ningún caso sería de más de 5 euros. Lo cierto es que no había dónde comprarlos. “En Correos”, nos decían insistentemente, pero un sábado por la tarde no sé si estaría abierto. Quizá al terminar el viaje hubiéramos acumulado una sustanciosa deuda que nos impidiera regresar.

Con estas dudas tecnológicas alcanzamos Braganza poco tiempo después. Nuestra intención era visitar la ciudad y comer en ella antes de seguir viaje hasta Braga, donde dormiríamos en nuestra primera noche en Portugal.

La segunda incidencia tecnológica se asoció con el navegador. En Braganza, perdimos los datos, la conexión a internet en el móvil y se instauró la intranquilidad. Sin datos no había acceso a Google Maps. Nos preguntamos si Saramago se plegaría a su uso y cómo reaccionaría a esta jugarreta, él que era de utilizar los mapas del ejército.

En modo analógico tomamos el desvío que consideramos más adecuado y nos plantamos ante una iglesia vanguardista que, sin duda, no era la catedral, según afirmé categórico. Tiempo después confirmamos que era la catedral nueva inaugurada en 2001. A esa hora tampoco había gente a quien preguntar, como suele ocurrir en estos casos. Frente a nosotros apareció una nueva colina con lo que consideramos era una fortaleza. Bajamos, giramos por varias calles y encontramos un indicador, que seguimos con veneración. Y nuestra fe fue premiada con el castillo de Braganza. Rodeamos la muralla y entramos por la puerta enmarcada por dos torres.

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