Penetramos en el castillo. La
torre del Homenaje ocupaba el lugar central. Se dedicaba a exposiciones temporales,
aunque debido a la alarma sanitaria estaba cerrada.
Subimos a las almenas. Desde
ellas se apreciaba el acierto de su ubicación. La vista abarcaba toda la
contornada. En tiempos de paz era lugar de disfrute. La artillería había dejado
obsoletas sus defensas. Cayó en el olvido y fue rescatado en el siglo XX. Como
otros castillos que visitamos en el viaje era un privilegiado mirador. No había
nada más de interés en su interior.
Dicen que Afonso Henriques fue
bautizado en la pequeña iglesia tardo-románica de San Miguel, a medio camino
del castillo y el palacio, rodeada de olivos. Al ser del siglo XIII era
improbable, aunque conservaba la pila bautismal utilizada para tan regio
evento. Fue consagrada por el arzobispo de Braga Silvestre Godinho en 1239. La
salvó de la ruina la Sociedad Martins Sarmiento en 1239.
El suelo estaba cubierto de
lápidas con algunos curiosos diseños. Eran de guerreros que participaron en la
creación de Portugal.
El arcángel gozaba de gran
predicamento en todo el país ya que eran abundantes los templos a él
consagrados.
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