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Descubriendo Portugal 25. Guimaraes: aquí nació Portugal.


 

Media hora más tarde habíamos alcanzado Guimarães. La carretera nos había llevado por un paisaje ondulado y verde que nos recordaba a la cercana Galicia. La autovía nos incitó a tomar otros desvíos interesantes, como la Citania de Briteiros, el más importante de los castros celtas de la zona.

Aparcamos en la zona alta de la ciudad, junto al castillo, imponente desde fuera.

Guimarães fue fundada en el siglo IX por Vimara Pérez (de quien procede su nombre), vasallo del rey de Asturias Alfonso III. Fue el primer conde Portucalense.



En el año 950 muere el gobernador del Condado, el conde Hermenegildo González, y su viuda, la condesa Muniadora Díaz, reparte sus bienes entre sus hijos. Guimarães correspondió a su hija Oneca, que profesaba como religiosa. La condesa decidió fundar el monasterio de San Mamede, en la parte baja. Para la defensa, mandará construir el castillo entre 959 y 968. Los ataques de los vikingos y de los musulmanes eran un peligro constante. En torno a estos dos elementos crecerá la población impulsada por donaciones y privilegios.

El conde Enrique, padre de Alfonso I, amplió la construcción original. En ella se establece el nacimiento del primer rey de Portugal. Algunos lo sitúan en Viseu, lugar apreciado por su madre. El castillo fue protagonista del asedio de Alfonso VII en 1127 y de un hecho que es exaltado por Camoens en el canto tercero de Los Lusiadas:

No pasa mucho tiempo cuando el fuerte

príncipe en Guimaranes es cercado

de infinito poder, que desta suerte

se hizo el contrario lastimado;

mas ofreciéndose a la dura muerte,

Egas, su fiel ayo, fue librado,

que de otra arte, pudiera ser perdido

según estaba mal apercibido.


 

Egas Monís, que fuera tutor de Afonso Henriques, había dado su palabra de que su señor prestaría vasallaje al rey leonés. Sin embargo, Afonso no cumplió su promesa y continuó sus campañas tomando diversas plazas leonesas. Monís, constreñido por su voto, se desplazó hasta la corte para ofrecerse a pagar con su vida:

Y con sus hijos y mujer se parte

para libre quedar de la fianza,

descalzos y desnudos, de tal arte

que más a piedad mueven que a venganza.

“Si pretendes, rey alto, de vengarte

de la mi temeraria confianza

-decía-, la palabra que ya tengo

dada a pagarla con la vida vengo”.

 

El rey leonés, ante tal muestra de lealtad no tuvo otro remedio que perdonarle:

¡Oh gran fidelidad la portuguesa

que vasallo hay que a tanto se obligase!

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