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Descubriendo Portugal 24. La batalla de Ourique.


 

Su gran hazaña fue la victoria sobre los almorávides en la mítica batalla de Ourique. La historia y la leyenda se funden en esa batalla. Para algunos, un mito ajeno a la realidad, una creación intencionada dirigida a un fin político. Para otros, una realidad difuminada por la precariedad de los datos. Algo a lo que no fue ajena Castilla-León con las batallas de Clavijo o Calatañazor.

Quizá el mito parte de las muchas batallas que mantuvieron cristianos y musulmanes en que las fuerzas eran asimétricas, con una victoria de quienes estaban en inferioridad, lo que elevaba el carácter de los vencedores, ayudados por fuerzas superiores que han sabido elegir a sus héroes. El héroe esencial es Afonso Henríquez (Alfonso I, posteriormente), por aquel entonces aún Conde Portucalense.

La batalla se sitúa al sur del país, en el Bajo Alentejo, donde se internaron las tropas del conde para una de las habituales razias de verano. El momento de la contienda es el 25 de julio de 1139, día de Santiago, patrón de Galicia y de España. Santiago era el patrón de quien, tras la independencia, se convertiría en el gran enemigo de Portugal: Castilla. La intercesión del apóstol será sustituida por la de Jesucristo, de mayor lustre. Dios tomaba partido en esa guerra de religiones, como destaca Camoens en el canto tercero de Los Lusiadas:

En ninguna otra cosa confiado

sino en Dios que los cielos rige y guía,

que tan poco era el pueblo bautizado

que, para uno, cien moros bien había;

 


No hay datos precisos de la composición de los ejércitos ni de sus bajas, magnificadas para ampliar la heroicidad de la empresa:

Son cinco reyes moros esforzados,

dellos el principal Ismer se llama;

todos en los peligros bien probados

de guerra, en que se alcanza ilustre fama.

 

La huella de esos cinco reyes se trasladará posteriormente a los cinco escudos en forma de cruz que introdujo Alfonso I en el escudo de Portugal.

La aparición de Cristo al futuro rey será la señal de que la victoria está de parte de los lusitanos:

La matutina luz serena y fría

las estrellas del cielo ahuyentaba

cuando en la cruz el hijo de María

se muestra al buen Alfonso y le animaba.

Él adorando a quien le aparecía,

todo en la fe encendido, así gritaba:

“¡Señor, al infiel contrario vuestro,

y no a mí, que conozco el poder vuestro!”

 

Realidad o fábula (como la calificó Alexander Herculano, lo que le valió fuertes críticas y reproches) la batalla arraigó en los portugueses como una de las páginas gloriosas que inauguran su monarquía. Tras la batalla, Alfonso se proclamó rey o fue proclamado por sus tropas. Fue confirmado por las cortes de Lamego donde el arzobispo de Braga le impondrá la corona de Portugal. Pocos años después será reconocido con esa categoría por Alfonso VII de León.

En 1147 conquistará Lisboa y Santarem.



Afonso continuó su expansión sobre ciertas tierras de Galicia. A cambio de su liberación, su primo Alfonso VII de León le concedió la independencia, aunque sometido a vasallaje, mediante el tratado de Zamora de 1143. Será en 1179 cuando romperá ese vínculo de vasallaje para someterse directamente al del Papa.

Entre 1166 y 1168 se apoderó de diversas plazas leonesas provocando la reacción del rey Fernando II. En 1169 atacó Cáceres y después Badajoz. Fue vencido y capturado, lo que le obligó a devolver los territorios conquistados. En la guerra entre Fernando II de León y Alfonso VIII de Castilla se posicionará en favor de este último, aunque un acuerdo entre ellos evitó una nueva guerra.

Una estatua le homenajeaba un poco más abajo del castillo.

Está enterrado en el monasterio de Santa Cruz en Coimbra.

Era hora de visitar la ciudad con la que estaba tan vinculado.

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