Nuestros pasos nos llevaron a la
Casa del Raio, con una espectacular fachada de granito con azulejos geométricos
azules. Nuevamente el artífice fue André Soares al servicio del rico
comerciante João Duarte de Faria. Su nombre procede de quien compró el inmueble
en 1853, Miguel José Raio, potentado brasileño que abrió la calle frente al
palacio para mejorar la perspectiva, para bien de todos. Pertenecía en la
actualidad a la Casa de la Misericordia de Braga. El interior y su colección
habrán de esperar a otra ocasión. Saramago alabó este edificio:
Causa
cierto asombro ver cómo un estilo que en las composiciones interiores
difícilmente consiguió mantener el equilibrio entre la forma y la finalidad,
fue capaz, en los exteriores, de complacerse en juegos de curva y contracurva,
integrándolos en las exigencias y posibilidades de los materiales. Y el
azulejo, que por su rígido geometrismo no parecía poder ser sometido a los
recortes que las piedras le imponen, surge aquí como un factor complementario
de extrema precisión.
También tendré que apoyarme en
Saramago para nuestra siguiente visita frustrada: la Fuente del Ídolo. Ya no
era un “sitio no indicado”. Un cartel lo anunciaba y una puerta cerraba el
paso. Según la guía, la fuente fue tallada en el periodo prerromano por Celicus
Fronto, que procedía de Arcóbriga. El peregrino vestido con toga parece sujetar
el cuerno de la abundancia. Quizá estuvo consagrada al dios Tongoenabrigo. El
escritor portugués nos invita a imaginar la zona como un yermo por donde corría
el agua entre las piedras.
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