El guía nos había aconsejado
visitar el interior de la iglesia de Santa Cruz. En aquel momento era gratuito.
En septiembre dejaría de serlo. Antes de entrar había que contemplar con calma
su fachada de granito, manierista. Se inició en 1625 a instancias de Jerónimo
Portilio, fundador de la Cofradía de Santa Cruz. Décadas después la iglesia fue
demolida y sólo se salvó la fachada. Fue financiada la construcción con
limosnas, unos dicen que porque no alcanzaba con el dinero del promotor por su
alto coste; otros, que por el fervor popular. En cualquier caso, era de gran
porte y hermosura. Para muchos era la iglesia más bonita de Braga, y hay muchas
en la ciudad.
Una leyenda cuenta que quien
localiza los tres gallos tallados en la fachada se casará. Después de buscar
concienzudamente entre la cruz de Cristo, el árbol de Jesé y la decoración
logré encontrarlos. Dos eran fáciles. El tercero era más complicado. Ahora
esperaba mi premio. Sí, estoy soltero.
El interior era plenamente
barroco, con abundante dorado en el altar mayor, el arco de triunfo o los arcos
de las capillas laterales de retablos dorados. Hasta el coro y su órgano
relucían. Recargado, aunque impresionante.
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