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Descubriendo Portugal 11. Del recato a las frigideiras de Cantinho.


 

Nuestro guía nos condujo por la calle San Marcos para mostrarnos una casa muy curiosa con una fachada muy común en siglos pasados. Era la casa dos Crivos o das Gelosias. Las ventanas estaban cubiertas de unas celosías de madera que permitían ver, sin ser vistos. Garantizaban la intimidad o el recato. Como leí en internet, era “un testimonio vivo de la religiosidad conservadora de Braga”, según afirmaba Fernando Méndez. Recordemos que fue en esta ciudad donde Salazar lanzó su discurso que iniciaba la larga dictadura que sufrió el país durante el siglo XX.

Volvimos a rua do Souto, a la esquina del café Brasileira, a la Arcada y su amplia plaza de la República. Sobre la fachada de granito asomaba el único vestigio del antiguo castillo: la torre del Homenaje. Para verla más de cerca nos introdujo por un callejón. Allí se alzaba, exenta y poderosa. No se podía visitar su interior ni subir para degustar las vistas de la ciudad antigua a nuestros pies debido a las restricciones sanitarias. Nos hicimos una foto de grupo y nos despedimos.



En el recorrido, nos habían llevado a Frigideiras de Cantinho, el establecimiento donde preparaban las mejores frigideiras de Braga desde finales del siglo XVIII. Además, en el subsuelo habían descubierto una casa romana que podía observarse gracias al suelo de cristal instalado. Regresamos a Cantinho, nos sentamos en su apacible terraza, a la sombra, por supuesto, y antes de que no hubiera mesas, probamos esos exquisitos pasteles de carne con hojaldre y unas cervezas. Era el descanso bien ganado del guerrero.

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