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Un valle a la sombra de los dioses 9 (Nepal 2011). Swayambhunath II


 

En la ascensión nos acompañaron los monos. Se dice que eran sagrados y no faltaba una leyenda sobre los méritos por los que adquirieron la sacralidad. Era mejor llevar cuidado no fuera que en un despiste se apropiaran de algo. Los monos otorgaron su nombre popular a la stupa, que divulgaron los hippies en los años 60 cuando vinieron al lugar a meditar.

Sobre nuestras cabezas se cruzaban los multicolores banderines de oraciones que habían colocado los peregrinos y los creyentes. Eran de cinco colores y cada color se asociaba con uno de los cinco elementos sagrados: tierra, madera, agua, fuego y metal.



Cuando se abrió la sombra de las copas de los árboles, empezamos a sudar y a sentir la acumulación de días que eran aquellos escalones. Paramos a la altura aproximada de finales de julio y recuperamos el resuello. Se vislumbraba la corona de la stupa.

Curiosamente, en Nepal era habitual que budistas e hinduistas compartieran sus templos. Una lección de cohabitación y sincretismo. La stupa era lugar sagrado para ambas confesiones.

Lo primero que encontramos al terminar la ascensión fue el vajra, el cetro-trueno, dos coronas unidas; decían que dos lotos unidos a una esfera. Ese término significaba tanto diamante como rayo: duro como el diamante y de una fuerza irresistible como el rayo. En el hinduismo era el arma de Indra, el rey de los dioses, un arma simbólica, un símbolo de poder tántrico. La base estaba decorada con los signos del zodíaco tibetano. Lo protegían dos leones.

En el Valle de Katmandú se practicaban dos formas de budismo, ambas pertenecientes a la Escuela Vajrayana, basada en las prácticas tántricas. Una era la Newari, heredera del budismo de India. Se desarrollaba esencialmente en Patan. La otra, la tibetana, se concentraba en torno a esta stupa y la Bouddhanath. Su iconografía era muy atractiva. En ella se representaban todas las capacidades humanas.



Sujan nos contó algo más de su historia, difícil de concretar.

-Parece que fue fundada en el siglo V a.C. por el rey Visadeva. El gran emperador indio Ashoka visitó el lugar en el siglo III a.C. atraído por sus reliquias. Construyó un templo pero fue posteriormente destruido. Cuentan que la stupa ha sufrido quince renovaciones o reconstrucciones. La última tuvo lugar en mayo de 2010 y fue financiada por el Centro Tibetano Nyingona de California.

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