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Un valle a la sombra de los dioses 31 (Nepal 2011). Pasupatinath, donde la muerte es un rito.

 


Tocaba enfrentarse con la muerte. Una frase así de cruda no correspondía con la visión de la puerta de acceso al templo de Pashupatinath, término que significa señor de las bestias o los animales. Era el lugar donde se desarrollaban las cremaciones.

El templo estaba dedicado a Shiva y conservaba en su interior un venerado lingam, una piedra negra cilíndrica con cuatro caras de la divinidad. Nandi, la vaca que Shiva utilizaba como cabalgadura, se distinguía desde la entrada por su enorme tamaño. Aparte de esa visión de los cuartos traseros de Nandi no estaba permitida la entrada a los no hinduistas ni la visión del interior. Parcialmente, era visible desde el otro lado del río.


 

Como era habitual, leyendas e historia se mezclaban para explicar la construcción del templo. Una leyenda bastante popular la vinculaba con una vaca que capturaron los demás dioses junto al río Bagmati y a la que arrancaron un cuerno, que enterraron, y del que se pierde su rastro para ser recuperado posteriormente. Otra, se asociaba con el rey Supus Padive, de la dinastía Linchhavi, que introdujo el hinduismo en Nepal. La tercera, con la renovación en época medieval. Históricamente, el protagonista era el rey Bhupendra Malla, que reconstruyó el templo en el siglo XVII al destruir el anterior las termitas.

Los sacerdotes que atendían el templo, los Bhattas, siempre fueron del sur de la India. La subida al poder de los maoístas, antiindios declarados, desencadenó una agria disputa en 2009, al nombrar el gobierno de Nepal sacerdotes nepalíes sin haber seguido los procedimientos marcados. El asunto llegó al Tribunal Supremo de Nepal, provocando manifestaciones y algún herido. Finalmente, se impuso el criterio tradicional y los sacerdotes indios continuaron al frente del templo.


 

En un pati, una de las estancias públicas y abiertas que servían para que descansase la gente, se concentraba un grupo de peregrinas con sus vistosos ropajes amarillos y naranjas. Quizá estuvieran reponiendo fuerzas para entrar con bríos renovados en el templo y hacer sus ofrendas con veneración.

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