Cuentan las gentes del lugar que al amplio panteón
divino se unía una tropa de genios, diablillos y fuerzas ocultas que se colaban
por la vida de los habitantes del Valle. Cuando llegaba la noche se evidenciaban
y tomaban posiciones en las calles. Si a ello uníamos los habituales apagones,
era lógico que las calles estuvieran desiertas al remitir la fuerza del sol.
Para neutralizar esas fuerzas ocultas se solicitaba la mediación de los jhankris o chamanes, quienes gozaban de habilidades para contactar con ese mundo invisible. Eran los que adivinaban el futuro o curaban las enfermedades que otros no habían sabido diagnosticar.
Una solución hubiera sido bajar a recepción y pedir audiencia con el jhankri de guardia en el hotel. Desechamos la idea. Aún no habíamos bebido suficiente cerveza como para que todo este mundo irreal no nos traicionara y nos consideraran locos de atar.
Optamos por subir al bar de la piscina, en la quinta planta. Desde allí se contemplaban retazos de la ciudad iluminada y tratamos de identificar algunos de los lugares visitados. Un apagón interrumpió la búsqueda. El país no producía suficiente electricidad y la compraba a India. Otra carencia importante que deberían rectificar.
Escuchamos el chapoteo de los últimos nadadores. Una huésped, joven y rubia, se concentraba en un libro. Los camareros se movían por el bar para matar el aburrimiento. Sonaba una música occidental. La televisión quedaba a nuestras espaldas.
0 comments:
Publicar un comentario