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Un valle a la sombra de los dioses 22 (Nepal 2011). Plaza Durbar de Kathmandú II


 El templo octogonal Chyasin Dega estaba dedicado a Krishna y fue construido en memoria de dos reinas fallecidas. La divinidad que había protagonizado la visita de la mañana se asociaba con uno de los grandes reyes de Nepal.

Aproximadamente en el centro estaba el templo de Jagannath, con la peculiaridad de que algunos de sus puntales estaban decorados con escenas eróticas. Según Sujan, se situaron en el templo para obstaculizar la acción destructora de una divinidad que al verlas se marcharía espantada por aquellos actos. Jagannath era uno de los nombres de Krishna y significaba señor del universo. El templo más importante de esta divinidad se encontraba en Puri, India.


La estatua de Hanuman estaba protegida por un parasol y una tela naranja. Fue consagrada en 1672 por el omnipresente Pratap Malla. El dios mono que pululaba por los textos del Ramayana daba nombre al conjunto. A su lado, una puerta dorada flanqueada por leones. Nos asomamos al Nasal Chowk, el patio principal, con la plataforma de coronación, los tejados del palacio Basantapur y el templo de Hanuman Panch Mukti.

Nada más entrar, a la izquierda, una terrible imagen de una divinidad de rostro feroz destrozaba el cuerpo de su víctima con sus manos. Hasta ella se acercaban las familias. Estaba adornada con puntos rojos y pétalos de flores. Su ferocidad despertaba anhelos de conciliación o un respeto reverencial.


El mayor templo era el de Taleju. Por algo era la divinidad principal de los Malla. Sólo se abría una vez al año al pueblo y ese día se realizaba el sacrificio de 108 animales sanos. Ningún edificio podía ser más alto. Taleju era Durga, la gran diosa madre del universo y su manifestación más poderosa. Se oponía a las fuerzas del mal y protegía a los justos, como haría cualquier madre. Ante los problemas, intervenía para restablecer el orden. Los dioses del universo se unieron para crear a Durga y que ésta destruyera a los demonios. Los mataba de tal forma que se purificaban y se trasladaban al cielo. Cabalgaba sobre un león o un tigre. Era la divinidad de la guerra y la destrucción, por eso sus múltiples brazos llevaban armas. También sostenía una flor de loto que causaba temor en quien la observaba. Los Pandava, del Mahabarata, la adoraban con este canto:

Oh tú que concedes todos los favores,

tú que igualas a Krishna,

Diosa virgen

y casta dueña de los mundos

tú de cuerpo brillante como la aurora,

de rostro resplandeciente como la luna en majestad,

nosotros te adoramos, Gran Diosa.

Oh Señora de los dioses,

nos prosternamos a tus pies:

muéstranos la Verdad,

Durga-devi, Refugio de las criaturas,

dígnate revelarte a nosotros.

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