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Un valle a la sombra de los dioses 14 (Nepal 2011). Patan, la ciudad de las bellas artes III.


 

Las aguas subterráneas estaban sobreexplotadas. Las pluviales ya no fluían con el orden de antaño y se perdían en los ríos. Los pozos se secaban. En Patan hubo 39, de los sobrevivían 16. Los pozos se rellenaban por un canal denominado rajkulo que captaba las aguas y las distribuía para irrigación y abastecimiento de la población.

El origen de este sistema tradicional era remoto y había dado lugar, cómo no, a míticas leyendas. En Patan, se asociaba con el secuestro de una muchacha por un dios que se encaprichó de ella. Su padre reclamó su regreso pero al comprobar que la divinidad no accedería decidió aceptar el ofrecimiento de cumplir una petición. Solicitó que se proveyera de agua a su pueblo. La explicación más racional apunta a la construcción de un acueducto para atraer el agua de las montañas.

Si se restaurara el rajkulo se podría abastecer de agua a unas 40.000 personas. Y regresaría el esplendor de esta gran obra de ingeniería, que quizá contó con la bendición de los dioses.



Donde no faltaba el agua era en el templo Kumbheshwar, uno de los tres únicos templos de Nepal con cinco tejados. Fue construido en el siglo XIV por el rey Jayasiddhi. Cuentan que sus dos piscinas se alimentaban con las aguas del lago sagrado Gosainkund, en las montañas, donde se bañara el dios Shiva, al que estaba dedicado el templo. Un baño en esta piscina con la imagen de Shiva en el centro otorgaba el mismo mérito que bañarse en el lago. Quizá por ello estaba repleto de chavales que se sumergían con el mismo alboroto que en una piscina municipal. Daban ganas de imitarles y arrancar el calor del cuerpo con un baño.



Aquí se celebró el 13 de agosto el festival Janai Purnima. Era una fiesta que coincidía con la luna llena. Las fiestas religiosas se acoplaban al calendario lunar mientras que las nacionales ocupaban fechas fijas. Ese día también se producía ese baño ritual para adorar el lingam de oro y plata del estanque. La tradición marcaba cambiar el janai, un cordel protector que se ataba a la muñeca. Cualquiera diría que ese día se repitía el ritual. Aunque fuera sólo por parte de la chavalada eufórica.

La estructura del templo era alta y hermosa y sus trabajos de madera estupendos. Ventanas, esquinas, remates, vigas, puntales y otros elementos constructivos albergaban deidades, bailarinas, seres feroces y mitológicos. No pudimos entrar ni fotografiar el interior. Nandi, la vaca que acompañaba a Shiva y que era su cabalgadura, montaba guardia.



En el perímetro se habían agrupado en hileras un buen número de mujeres que se protegían del sol bajo paraguas. Muchas vestían saris rojos, propios de las mujeres casadas, con abundantes joyas, de día festivo, portando sus ofrendas. La duda era si las iban a entregar a Bhairav o a Baglamukti, o Parvati, que ocupaban los otros templos en las esquinas. Un brahmán leía el periódico ajeno a esa escena.

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