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Un valle a la sombra de los dioses 13 (Nepal 2011). Patan, la ciudad de las bellas artes II.


 

El ajetreo del tráfico no se correspondía con el vacío de las calles y patios, en los que admiramos las hermosas ventanas y puertas. Estaban trabajados con detalle en madera de sal, una madera dura que se tallaba bien. Podía durar décadas o siglos. Su color era más claro que el negro que observábamos.

En el segundo patio se produjo un encuentro casual. Otro guía mostraba el patio a dos matrimonios ecuatorianos. Sujan y él charlaron un rato. Se acercó y le preguntó a mi tío si estuvo allí hace varios años. Al saber que éramos primos de Luis se acordó. Era Bibhushan. Aún conservaba mi tío su tarjeta, como me comentaría más tarde. Hablaba un español estupendo como consecuencia de su estancia durante cuatro años en Barcelona. Se abrazaron y charlaron animadamente un rato. En el hotel me mostró unas fotos donde aparecía sosteniendo una botella de vino local, en la plaza Durbar, que querían promover. ¡Qué pequeño es el mundo!



Salimos a otra plaza dominada por un estanque. Cuatro muchachos navegaban en una rústica embarcación y entretenían a los que se habían instalado bajo la sombra de un pabellón. Una pagoda blanca daba el contrapunto religioso. Contemplamos las capturas de un lugareño. Le observaban los ojos que todo lo ven que coronaban la stupa.

El avance por los patios comunicados ofrecía sorpresas interesantes. Se sucedían las pagodas con sus tejados escalonados y sus esculturas doradas bien alimentadas con ofrendas de arroz, dulces y otros alimentos. Podías asomarte a ellas. Quienes rezaban no se molestaban por nuestra presencia invasora.



En una de las plazas se abría un cuadrado que aparentaba ser una piscina o una alberca. Estaba prácticamente seca. Dos chavales se lavaban en ella. De una boca de agua, con forma de makara, el cocodrilo-serpiente mitológico que se asociaba al agua y la prosperidad, salía un chorro abundante. Era un hiti, una fuente pública tradicional, parte del sistema que abastecía de agua a las ciudades.

Era increíble que un país con tanta riqueza hídrica tuviera problemas de abastecimiento. En las terrazas se instalaban depósitos de agua para paliar la irregularidad del suministro. La causa estaba en el mal aprovechamiento de los recursos, amén del rápido y descontrolado crecimiento de las ciudades.



Leí en la revista Ecsnepal (The Nepal way-www.ecs.com.np) un artículo sobre el antiguo sistema de recogida de las aguas pluviales que alimentaba los acuíferos, pozos y hitis. En los hitis la población llenaba sus cubos para abastecer sus hogares. Desgraciadamente, muchos, como aquel, estaban vacíos. Los conductos de piedra que terminaban en cabezas de animales reclamaban compasión, un poco más de agua y de atención.

 

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