El río Bagmati separaba las ciudades de Katmandú
y Patan. Al cruzar el puente entramos en Lilitpur, la ciudad de las bellas artes,
como también se denomina a Patan. Ese apelativo no era casual ya que era la
cantera de grandes artistas del país. Una parte importante de la población de
la urbe se dedicaba a la artesanía.
Nos contó Sujan que Patan fue fundada por el rey Veer Deva en el año 299 d.C. Por ello era la ciudad más antigua del Valle. Fue construida según el concepto de Dharma Chakna budista, de rueda de la rectitud o justicia. En el perímetro de la ciudad antigua se construyeron cuatro stupas marcando los cuatro puntos cardinales. Se atribuía la construcción de tales stupas al emperador indio Ashoka.
Entramos a la ciudad a través de una puerta de ladrillo rojo. Al otro lado, permanecía un antiguo monasterio budista, un bahal, ocupado por “monjes” casados con sus familias. Se habían censado 1200 monumentos budistas en Patan, donde hubo en otro tiempo 150 monasterios budistas. La peculiaridad de estos monasterios es que no estaban cerrados. Este era una plaza rodeada por edificios de viviendas de tres o cuatro plantas, siempre coronados por la bandera budista. Bajo un tejadillo azul, una serena estatua de un buda dorado. Otras pequeñas stupas y santuarios eran bien atendidos por los vecinos, que traían sus ofrendas diariamente. Sin embargo, el edificio más emblemático era una pagoda de dos tejados. Lo coronaban cinco campanas y desde lo alto bajaban dos tiras doradas. Le preguntamos a Sujan y nos contestó que facilitaban a la divinidad el ascenso y el descenso desde las alturas del cielo al templo. Dos leones eran los encargados de la protección, además del vajra, el cetro-trueno, el símbolo de poder protector. Los puntales del primer tejado eran un delicado trabajo de madera con divinidades de seis brazos y varias cabezas perfectamente policromadas.
Patan era la ciudad de los mil patios. Los barrios se organizaban en base a las castas y subcastas en grupos de unas cien casas en torno a plazas adornadas con templos. Era la tónica general en las ciudades del Valle.
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