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Un valle a la sombre de los dioses 2 (Nepal 2011). Aterrizaje. Unos datos del país.


 

Un golpe y…ya estábamos en Nepal. Su aeropuerto remodelado nos daba la bienvenida. Los turistas se afanaban en rellenar los impresos como escolares que quisieran sacar nota en un examen. Ese examen era el visado temporal. El aprobado para 15 días costaba 25 dólares o 20 euros.

Las maletas se resistieron un poco. Después de la experiencia del inicio del viaje, la espera nos provocó un sudor frío. Para compensarlo, experimentamos la hospitalidad del país con guirnaldas de flores. Bhupendra, el dueño de la agencia de Kathamandú al que conocimos en una cena en casa del tío Luis Alberto (al que todo el mundo conoce aquí como Luis), mandó a su sobrino Sujan para que nos recibiera en el aeropuerto. Todo un detalle y un gesto: éramos, ante todo, amigos. Y, por ello, su saludo consistió en un abrazo.

Sujan advirtió el cansancio en nuestros rostros. Era consciente de que nos habíamos levantado temprano para los ritos matutinos de Benarés. En el trayecto hacia el hotel nos aportó algunos datos interesantes sobre el país y sobre el Valle de Katmandú.

-El territorio de Nepal -empezó a contarnos girándose desde el asiento delantero- abarca más de 145.000 km² en forma de rectángulo. Su población es de unos 28 millones de habitantes, de los cuales 3 millones viven en la capital. El 80% de la población se dedica a la agricultura y la ganadería, que supone aproximadamente la mitad de la producción nacional. Aunque el idioma principal es el nepalí se hablan unos 40 dialectos.

Su español era envidiable. Lo hablaba con calma, marcando las frases, enfatizando los aspectos que consideraba más importantes. Lo hacía con orgullo.

-Una peculiaridad es que cada casta tiene su propio idioma. Unas 100 castas aglutinan a la población; las principales son las cuatro tradicionales de los sacerdotes, los guerreros, los comerciantes y los artesanos. El 1 de noviembre de 2008 el gobierno abolió oficialmente el sistema de castas. Pero un decreto no puede borrar un milenio de vigencia entre el pueblo.

El tráfico era denso, infinitamente más organizado que el de la India. El uso del claxon era frecuente, aunque no inundaba el aire de la ciudad, fresco, apacible, de montaña.

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