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Un valle a la sombra de los dioses 5 (Nepal 2011). Plaza Durbar II


 

Un palacio blanco inspirado en la Nacional Gallery de Londres era la siguiente referencia. Era el Swet Bhairab. Desentonaba entre las pagodas este capricho de algún rey que quiso emular las construcciones europeas.

El templo de la Kumari, la única diosa viviente, estaba cerrado, como la mayoría de los edificios. No nos preocupaba en exceso porque éramos conscientes de que volveríamos con tiempo suficiente para visitar los más representativos de la zona. Observamos los escalones de las construcciones, como gradas, atestados de gente ociosa que contemplaba la evolución de los visitantes. Sentarse en sagrado a pasar la tarde era muy edificante.

El número de pagodas mareaba. Todo estaba bastante cuidado. La conservación era excelente, comentamos entre nosotros.

Nos llamó la atención la presencia policial. Hace años hubo un atentado y desde entonces se había cuidado celosamente la seguridad. Entre los turistas podía colarse cualquier desalmado.



Las tallas de las vigas, los puntales y las ventanas eran extraordinarios y mantenían la atención durante nuestro deambular sin una dirección fija. Nepal era lugar de buenos artesanos de la madera. En los puntales se representaban divinidades, manifestaciones sagradas, viñetas más pequeñas, como caricaturas de parejas en diferentes posturas, algunas eróticas; también animales, grifos, ninfas o sirvientes. La población tenía a su disposición un bagaje cultural y religioso envidiable.

Nos fijamos en los rasgos de la gente. Eran de baja estatura, fuertes, de tez morena y rostro achinado. Se mostraban tranquilos, como en su mundo. Pacíficos.

Una imagen sobrecogedora obligó a pararnos. Era Kaal Bhairav, Shiva en su manifestación destructiva. Daba miedo. Más allá, la estatua de Hanuman, el dios mono, que marca la entrada al palacio de Hanuman Dhoka nos devolvió el resuello. El templo de Taleju, la divinidad real de los Malla, estaba unos pasos más allá. Kot Square y Makhan Tole marcaban los extremos de la plaza. La recorrimos en sentido inverso. Por detrás de los templos se observaban algunos pequeños restaurantes y diminutas tiendas. El cansancio nos impidió disfrutar más de este paseo.

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