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Los saris son el color de la India 203 (2011). La fragilidad de una mañana en Benarés V.


 

Nuestras vidas son los ríos que van a parar al mar, decía Manrique. Las vidas de los hombres terminan y sus cuerpos se convierten en cenizas en los crematorios, que irán al río y el río al mar. Los cuerpos fluyen a través del Ganges hasta la inmensidad de su destino final en el mar. Estábamos cerca de uno de los crematorios. La madera se acumulaba en grandes montones.

La muerte se trataba desde un punto de vista cotidiano, desdramatizado. La muerte era también vida. Ya decía Tagore que "si lloras porque se ha puesto el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas".

En el crematorio se desarrollaba una actividad frenética. El humo se elevaba al cielo y los cuerpos se abandonaban al fuego antes de ser arrojadas las cenizas al Ganges. Rajiv nos situó en un lugar estratégico y nos comentó el ritual. Por supuesto, prohibidas las fotografías.



"La muerte está tan segura de alcanzarte que te deja una vida de ventaja", se decía. Es de lo único de lo que estamos seguros. Que acontezca más tarde o más temprano o de sus circunstancias podemos dudar. La familia del fallecido se agrupaba en torno a la pira. El hijo mayor la rodeó y encendió el fuego. Después, horas de acción de las llamas. Hacia el más alto destino, como leí en el Mahabharata:

No lo olvides nunca, Arjuna:

la Meta más alta es el eterno Brahman.

Si, dejando tu cuerpo, tú alcanzas el Brahmana,

habrás conseguido la Felicidad infinita.

 

Oye tú, el mejor de los Bharata:

ninguna dicha en este mundo, o en el más allá,

es más grande que el eterno Brahman.

Benarés era famosa por sus sedas. Los mejores saris de la India se confeccionaban con este producto. Rajiv nos propuso mostrarnos esa mercancía en la tienda de su familia. Por deferencia, aceptamos, vimos el género, excelente, por cierto, pero cuando el tema fue más hacia lo mercantil y hacia una posible encerrona comercial, terminamos la visita. Quizá nuestro guía se lo tomó a mal, pero era mejor atajarlo rápido. Además, el tiempo se echaba encima y no queríamos tener que ir con prisa.

Verdaderamente, una parte de nuestra imagen y disfrute de la ciudad se la deberemos siempre a Rajiv. La complejidad de su mundo quedó un poco más cerca.


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