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Los saris son el color de la India 195 (2011). Los gaths al atardecer.


 

Bhagirathi, o el río de Bhagiratha, era uno de los nombres del Ganges. Bhagiratha logró con sus austeridades que desde el paraíso bajara a la tierra la corriente de este río. La visión del río que nacía en la morada de los dioses fue nuestro particular darsan, nuestro contacto con la divinidad. Dejamos que la mística penetrara en nuestros corazones.

Ya nos habían advertido que no era posible el paseo en barca. La contemplación de la ciudad desde el río era una de nuestras prioridades pero el Ganges bajaba cargado y las barcas a remos no podían dominarlo. Era demasiado peligroso.

Dashashwamedh Ghat no era una más de las mil escaleras rituales-el número es exagerado y hay que entenderlo como una gran cantidad de ellos-que descendían hacia el río. Según la mitología, que se leía en una gran placa de piedra, Brahma celebró diez sacrificios (das significa diez y ashwamedh sacrificios). Acercarse a él confería ciertos beneficios espirituales. Era muy popular y concentraba a muchos peregrinos y, con ellos, a muchos barqueros y curiosos. El tráfico humano era considerable. Era la puerta hacia Brahma. Su reconstrucción era relativamente reciente, 1748. La actividad destructora del emperador Aurangzeb había sido especialmente potente en Benarés.



-Aquí nos trajeron la otra vez. Las aguas estaban mucho más bajas, al ser la estación más calurosa y seca. Ahora los ghats están bajo las aguas.

Las barcas amarradas, los peregrinos y los curiosos se amontonaban en un espacio más pequeño que el que recordaba mi tío. Daba una sensación de agobio. Las barcas más alejadas eran utilizadas como asientos para la puja, la ceremonia de la tarde. Los que se sentaran en ellas verían de cara a los sacerdotes ya que el gran protagonista era el Ganges y hacia él miraban.

-Una niña nos entregó unas pequeñas velas sobre hojas de plátano. Encendimos esas candelas y las lanzamos al río. Con las de otras personas que hacían lo mismo, la superficie del agua brillaba tenuemente con esas efímeras llamas, como recordando que la vida es igual de efímera y que un soplo de aire puede extinguirla. Nuestras ofrendas vagaron por la corriente hasta que las perdimos de vista o se apagaron.



Observé la orilla contraria. No había ninguna construcción. Se decía que era maldita. Era la orilla por la que salía el sol, lo que simbolizaba el nacimiento de la vida, mientras que Benarés era la ciudad del bien morir. Por eso se ubicaba en la orilla por donde se ocultaba el sol. Otra versión apuntaba a que la zona era arenosa y muy poco apta para construir.

Localizamos el lugar de la puja, preguntamos sobre qué hora empezaría y nos fuimos hacia la parte antigua con la idea de visitar el Templo de Oro y la mezquita de Aurangzeb. Nuevamente la corriente de gente nos sirvió de guía.

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