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Los saris son el color de la India 178 (2011). El Fuerte Rojo.


 


Regresamos al hotel para desayunar y preparar las maletas. Continuamos la visita de Agra.

-Los emperadores mogoles interpretaban la arquitectura como un instrumento de prestigio y de poder.

Krishna nos dejó en la entrada del Fuerte Rojo después de atravesar la ciudad envueltos en el tráfico intenso. A merced de los vendedores y los guías apócrifos.

Los mogoles suprimieron todo vestigio de los anteriores mandatarios, tanto de los hinduistas como de Sikander Lodi, que trasladó aquí la capital. El Fuerte se erigió sobre una anterior fortaleza hindú erigida por Salim Sha, hijo de Sher Sha. Inició su construcción Akbar en 1.566.

El perímetro de las murallas, 2,4 kilómetros, y su altura, debieron desanimar a cualquiera que considerara la idea de invadir el Fuerte. Un ancho foso, ahora seco, completaba la defensa que del otro extremo era el río Yamuna.

Una rampa nos condujo desde la puerta de Amar Singh, el valiente que defendió hasta la muerte la anterior fortaleza, hasta la taquilla y el patio del Diwan-I-Am, lugar de las audiencias públicas. La puerta de Delhi o Hathi Pol, al oeste, estaba cerrada. También se denominaba puerta de los elefantes por los dos elefantes de piedra que adornaban la entrada. Sobre ella se encontraba la galería musical, donde los tambores reales anunciaban la entrada o la salida del emperador.

Al fondo del primer patio, donde se establecía el Diwan-i-Am, asomaba la mezquita de la Perla o Moti Masjid. Estaba cerrada. Su entrada era sencilla y su interior desnudo de ornamentación. “Es raro encontrar un edificio indio en que el efecto es producido con apenas ningún ornamento y sólo por la perfección de las proporciones, belleza de los materiales y armonía del diseño construcctivo”, expresaba Havell, un estudioso británico de principios del siglo XX.


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