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Los saris son el color de la India 161 (2011). El emperador Akbar y Fatehpur Sikri.

 


A 35 kilómetros de Agra, en una colina de las montañas de Vindhaya, apareció de pronto Fatehpur Sikri, la Ciudad de la Victoria. Aquí ganó una batalla Babur, el fundador de la dinastía y abuelo de Akbar, sobre Rama Sanga de Mewar. En agradecimiento, bautizó a la zona como Shukri, que significa "gracias". Krishna nos ofreció parar y tomar una foto pero el conjunto estaba demasiado lejano. Era preferible contemplarlo en silencio desde la carretera, en movimiento.

La infancia de Akbar, su artífice, no fue sencilla. Al poco tiempo de nacer sufrió el exilio y fue entregado a Sultanam Begum para su cuidado. No hubiera resistido la huida hacia Persia, a donde se dirigió su padre, Humayún, quien falleció al año siguiente de su regreso. El joven rey quedó bajo la regencia del noble Bairam Khan, quien le defendió frente a diferentes pretendientes.

Tan afortunado como Akbar es un dicho popular acuñado por la suerte que acompañó a este gran emperador durante toda su vida. Vivió muchas rebeliones, pero las sofocó todas. Inició grandes expediciones militares y expandió sus territorios hasta ser el más potente imperio musulmán. Su ambición de reunir a las diversas gentes del subcontinente bajo la paz y la amistad quedó cumplida.

-Akbar mantenía que la paz sólo podía ser asegurada mediante la guerra-interrumpió el silencio mi tío.

-Pero eso choca con la imagen de hombre conciliador que se desprende de su biografía.

-En efecto. Era un contrasentido. Era un gran guerrero al que las campañas le estimulaban. La guerra era para él un gran placer. Al final de su reinado el imperio era tres veces mayor que al inicio.

Al margen de su actividad bélica, su reinado fue un ejemplo de tolerancia y eclecticismo. Su corte era lugar de encuentro para teólogos de las distintas religiones. Cuando Akbar tomó como esposa a la hija del rajá de Amber, Bhara Mal, no la obligó a convertirse al islam, como era lo habitual. Mantuvo un templo en el palacio e incluso participó en alguna de las ceremonias que celebraba su esposa. También tuvo una esposa cristiana, Mariam. Todo ello le causó bastantes problemas con la jerarquía musulmana, que llegó a fomentar un alzamiento contra él. Fue un hombre adelantado a su tiempo.

También le causó grandes problemas su avidez por las mujeres. Era un depredador sexual. Tuvo siete esposas y más de trescientas mujeres en su harén, de todas las razas y religiones. No importaba que fueran casadas y las buscaba incluso en los harenes de sus nobles. Llegó a forzar a un emir a que se divorciara de su mujer para incorporarla a sus dominios. Con los años descendió su apetito carnal.

 

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