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Los saris son el color de la India 158 (2011). Emigrantes.

 


Sin embargo, el primer dato significativo era la cifra de población india en el mundo: unos 40 millones de personas. Estaban dispersas por todos los continentes aunque con cierta relevancia en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Singapur, Australia o Emiratos Árabes. En nuestro país su presencia era significativa en Canarias, Ceuta y Melilla, dedicados especialmente al comercio. Esa diáspora había hecho dinero y su status de vida era superior a la media de cada país. Era una de las fuentes de capital más importantes. El 4% del PIB eran las remesas de los emigrantes, que alcanzaron los 49.000 millones de dólares en 2009. Quizá una parte de esas personas que habíamos visto en las carreteras y los pueblos y ciudades de la India vivían gracias a ellas.

Los que se marcharon habían seguido fieles a su cultura y a sus lazos familiares. Las redes de negocios en India y en el extranjero tendían a ser esencialmente familiares y tribales, como los calificaban los autores, Joel Kotkin y Shashi Parelukar.

Aunque algunos de los que hicieron dinero en el extranjero regresaron, muchos prefirieron quedarse en sus lugares de adopción. En ellos era más fácil hacerse un hueco. La India estaba excesivamente dominada por determinados grupos que no estaban muy interesados en compartir el pastel. Los altos niveles de pobreza eran un incentivo a no volver. La corrupción, endogámica, podía ser otro factor importante. Mientras, la cultura india se expandía por el mundo. Había que tener muy en consideración a esta potencia emergente.

Al regresar de estas elucubraciones nos encontramos con un grupo de búfalos pastando al margen de la carretera pero uno se desmadró e invadió la marcha. El frenazo fue una prueba de que Krishna seguía atento.

Nuestro conductor nos advirtió de un templo moderno dedicado a la divinidad que le prestó el nombre, en Dausa. Paramos un momento para hacer unas fotos y, de paso, estirar las piernas. Era el templo Giriraj. Su colorido era atractivo, quizá excesivo para nuestro gusto occidental. Asomaban tres shikharas, la central muy alta, plagadas de imágenes. Presidía en el centro del dintel de entrada el dios flautista.

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