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Los saris son el color de la India 156 (2011). Saliendo de Jaipur. El Grupo Birla.


 

El tráfico era un caos, como en casi toda ciudad india que se precie. A la superpoblación y el desmadre urbanístico se unían las obras. Aprovechamos para observar los últimos retazos de las murallas y sus puertas, las calles atestadas y las afueras. Tomamos dirección a Bharatpur.

A unos 10 kilómetros nos topamos con la primera sorpresa de la jornada: los jardines Sisodia Rani Ka Bagh. Fueron un regalo del fundador de la ciudad, Sawai Jai Singh a su amada esposa de Sisodia, uno de los linajes más antiguos de la India asentado en Udaipur. Se estructuraba en terrazas que se intuían desde la carretera con un suave color amarillo y cierta pátina de abandono. Alguna zona la ocupaban campesinos o lugareños que habían utilizado los pabellones como viviendas improvisadas. Colgaban la ropa en el exterior para vergüenza del lugar. Leí que el palacio estaba decorado con escenas de Radha y Krishna. Era de estilo mogol e hindú.

Pocos kilómetros después, una larga escalera en zigzag trepaba por la montaña hasta un templo jainista que remataba la cima. El paisaje de montaña era hermoso y nos mantuvo a la expectativa por si surgiera algún otro regalo ante los cristales. Quedaban 226 kilómetros para Agra. La autovía de dos carriles garantizaba una conducción apacible. El tráfico modelo videojuego desapareció.

De las montañas pasamos a los campos verdes en una amplia llanura. La autovía tenía pasos de cebra, una peculiaridad que nos chocó bastante. Las vías del tren nos acompañaban. Un socavón de escándalo nos sacó del ensimismamiento.

Los carteles de la carretera eran otra de las distracciones intermitentes: Bagur Cement, Idea, del grupo Birla, escuelas y universidades, el precio del diesel a 34,75 o del petrol a 47,67 rupias.

En múltiples ocasiones había aparecido el nombre Birla como sinónimo de éxito empresarial y mecenazgo a la religión hindú y a las artes. El auditorio de Jaipur llevaba su nombre. En Delhi, su casa había acogido a Mahatma Gandhi, donde había sido asesinado. Posteriormente fue convertida en museo. Un templo llevaba también su nombre.

Seth Shiv Narayan Birla empezó su andadura a mediados del siglo XIX comerciando con algodón. Al inicio del siglo XX extendió su actividad a los textiles, la fibra, el aluminio, el cemento o las industrias químicas. Ahora el grupo Aditya Birla era el primero de Asia y el cuarto del mundo. Let’s reach for the sun, rezaba su lema. Su gran competidor era Tata.

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