El City Palace o palacio de la Ciudad ocupaba el
centro de la urbe. En una amplia plaza aparcó Krishna el coche y nos entregó un
enorme paraguas, como quien entrega un arma secreta para una importante misión.
Sólo faltó que nos bendijera al emprender la visita. La iniciamos bajo palio.
Era llamativo el buen estado del palacio. Aún habitaba una parte el Sawai, el uno y un cuarto, el título que Aurangzeb otorgó al fundador de la ciudad y quien inició este palacio. La fundación que lo gestionaba realizaba un buen trabajo.
El Diwan-i-Amm o Shastra Niwas-para las recepciones públicas-era impresionante. El salón darbar, donde se realizaban las ceremonias más esplendorosas, estaba presidido por los retratos de los soberanos. Admiramos los abanicos con la imagen del sol, del que se consideraban descendientes los príncipes de Jaipur. La riqueza se hacía patente en sillas forradas de plata. En uno de los laterales, las celosías marcaban el lugar desde donde las mujeres podían seguir estos actos. En estas dependencias había un pequeño museo con miniaturas, alfombras y otros objetos. Sin embargo, lo que más llamó nuestra atención fueron las fotografías en blanco y negro que mostraban diversas escenas y personajes de la época del Raj británico.
Observamos un pequeño grupo de cañones y la colección de carruajes y elementos de transporte situados en una galería lateral. El siguiente patio, el Sarvatobhadra, era amplio y en el centro estaba el Diwan-i-Khas o sala de recepciones privadas. Se accedía por Rajendra Pol con sus elefantes de piedra en su hermosa fachada. Rojo, con cenefas blancas y amplios arcos, estaba abierto por los cuatro costados. Lo más peculiar eran los dos enormes recipientes de plata que el príncipe utilizara para transportar agua del Ganges en sus desplazamientos. Eran los mayores del mundo y podían cargar cuatro mil litros cada uno. Causaron sensación en su visita a Londres, a donde se desplazó con un séquito de seiscientas personas. Para no pisar suelo extranjero, se sucedían a su paso las alfombras. En un extremo del patio asomaba la torre del reloj.
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