A mitad de la escalera principal se encontraba el
templo de Siladevi. No dejaban entrar con la cámara, con lo que nos turnamos en
la breve visita. El interior era una pequeña joya consagrada a la diosa Kali
flanqueada por dos leones de plata. Su construcción estaba vinculada a una
leyenda explicada en la entrada y ratificada en la guía. Man Singh pidió a Kali
la victoria en su campaña contra el gobernante de Bengala. En sueños se le apareció
la diosa y le puso como condición para la victoria que recuperara del fondo del
mar la imagen de Kali. Así lo hizo y la instaló en este templo. Los gobernantes
mantuvieron su fidelidad a la diosa y hasta este templo se acercaban para sus
más importantes ceremonias.
Lo que no encontramos fue el templo dedicado a Narasimha, la manifestación leonina de Vishnú, ni Jagat Shiramani, la gema del mundo, un templo con una gran sala de oración.
Tras la puerta de la Luna, Chandra Pol, pasamos la puerta del León y accedimos al segundo patio con el Diwan-i-Amm o sala de audiencias públicas. La sala sostenida por hermosas columnas era de una singular belleza. Tanta, que despertó la envidia de un soberano que quiso copiarla y posteriormente destruir ésta. Consciente de esa posibilidad, el señor de Amber cubrió su decoración y decepcionó al enviado del rey envidioso, salvando de paso la construcción. No pudimos entrar en este pabellón abierto y lo observamos desde los escalones. La sombra era bien apreciada. Sentarse era un pequeño privilegio. Observamos los capiteles con pequeños elefantes.La Satteais Katcheri era la galería con arcos que daba al lago. Se distinguía por estar cubierta de mármol blanco. Tampoco era accesible. Para ver el lago había que filtrarse por las estancias entre los dos patios. Los jardines sobre el lago fueron obra de Dalaram, el mismo arquitecto que diseñó la nueva capital de Jaipur. Tenían algo especial, quizá su posición, o su escalonamiento. Todo el entorno estaba verde, de un verde intenso y atractivo.
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