Tomamos Amer Road y salimos de la ciudad. Sobre el
Man Sagar, el lago Man, flotaba Jal Mahal, el palacio del agua, una residencia
de verano construida en 1799, por el mismo maharajá que construyó el Hawa
Mahal. Desgraciadamente, según la guía, estaba anegado y amenazaba ruina.
Krishna comentó que acogía dependencias del gobierno y que existía un proyecto
para rehabilitarlo y convertirlo en foco turístico. Se aprovecharía, además,
para sanear las aguas del lago. La zona concentraba varios hoteles de lujo, como
el Trident, donde en una ocasión comió mi tío.
Nos introdujimos en las montañas a través del desfiladero que, sin duda, facilitó la defensa de la antigua capital del clan Kachhavaha fundada en el siglo X. Se encontraba en la ruta entre Delhi y Rajastán. En lo alto se divisaban las murallas y fortalezas del antiguo sistema defensivo.
Realizamos una breve parada para apreciar el palacio de Amber desde el lago. Allí se bañaban los elefantes, según comprobé en una foto de la anterior visita de mi tío. Los imaginé jugando con el agua y arrancándose el sofoco del mes de abril incandescente. Aquel día estaba silencioso y sereno. La vista era impresionante. En lo alto de la montaña destacaba el fuerte de la Victoria, Jaygarh. Las murallas se deslizaban por las montañas y abarcaban un espacio inmenso.
La ciudad que rodeó en su tiempo la fortaleza había caído en el abandono y atraía a pocos curiosos. La pérdida de la capitalidad en el siglo XVIII supuso el inicio de su decadencia. La exploramos por casualidad ya que Krishna creyó que queríamos ascender en coche en vez de en elefante. Algunos restos, dormidos, hablaban de un pasado esplendor. Algunos templos y palacios hubieran requerido algo más de atención.
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