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Los saris son el color de la India 141 (2011). Entrada en Jaipur...y dry day.


 

A la altura de Kishingarh el atasco era monumental. Estábamos convencidos de que no llegaríamos nunca a Jaipur. En ese instante regresó el instinto de corredor de rallies de Krishna y fue tomando atajos para saltar las obras. La constructora era Isolux-Corsan India. La marca España no está muy afianzada en la India y se debería de impulsar más decididamente el conocimiento de nuestras habilidades empresariales en el gigante asiático.

La entrada a Jaipur fue tan caótica como en las anteriores ciudades.

El hotel nos devolvió algo de moral. La paliza que sufrieron nuestros cuerpos era tremenda. Una hermosa señorita nos atendió y nos condujo a la habitación. Se extrañó cuando le dimos propina, algo inesperado ya que nos la habían insinuado en todas partes. No la rechazó el maletero, que chapurreaba algo de español. Cruzamos con él unas palabras con simpatía. Nos hizo sentir en casa. Country Inn and Suites by Carlson era un excelente hotel. Excelente habitación e instalaciones. Después de dos experiencias más mediocres era todo un regalo.

Tratamos de tomar una copa, pero los bares del hotel estaban cerrados. El Día Nacional era dry day. Salimos a la calle y tomamos té helado en un café y té a la india en compañía de unos insectos tremendos y unos buenos ejemplares de la clase media acomodada más joven. Tenían aspecto de serie de televisión americana.

No nos apetecía ir muy lejos, con lo que el paseo de la tarde antes de cenar fue corto. Una carretera elevada marcaba la frontera. El tráfico era tremendo.

Nos sorprendieron gratamente a la hora de cenar: llevábamos incluido el buffet. Este era bastante abundante y de calidad, lo que se tradujo en una buena comilona.

A la hora de pedir unas cervezas, nos pidieron al pasaporte. Mi tío le mostró al maitre su DNI y le informó categóricamente de que éramos españoles. Los indios no podían beber alcohol en el Día Nacional.

Nuevamente la clase media se mostraba ante nuestros ojos. Como el día siguiente era también festivo, muchos nacionales habían aprovechado para irse de puente, de ahí la aglomeración de huéspedes, la cantidad de niños correteando y las expresiones de alegría de los locales.

El servicio de restaurante no fue muy eficiente. Traernos la cuenta fue una odisea. Un italiano que había coincidido con nosotros varias veces montó un numerito harto de tener que firmar varias veces. Llevaba mal que no le hicieran una cuenta unificada.

Nos refugiamos en la habitación.

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