Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Los saris son el color de la India 140 (2011). Pushkar y los hippies.



Leímos en la guía el maleficio de Saraswati. Brahma quería practicar una ceremonia de mortificación junto al lago en luna llena. Precisaba la presencia de su consorte, pero Saraswati llegó tarde. Enfadado, se casó con la lechera Gaiatri y cuando Saraswati lo supo lanzó su maleficio: Brahma sería olvidado por los hombres. Los dioses le rogaron que reconsiderara tan atroz maldición. La relajó permitiendo que fuera adorado sólo en Pushkar.

Las escenas en torno al lago eran de devoción pero también cotidianas y familiares. Las familias se acercaban en grupo y con naturalidad adoraban las estatuas sagradas o se sumergían en el agua. Paseaban, charlaban, contemplaban las montañas y las nubes bajas que las ocultaban. El entorno estaba repleto de lingam con el toro Nandi protegiéndolos.


Subimos a la terraza de Laura’s bar. Quizá su dueña fuera una de aquellas hippies de los 60 que se quedó atraída por la espiritualidad del lugar. El camarero era tartamudo y al escucharnos hablar en español se expresó en nuestro idioma con ciertas limitaciones. Clandestinamente, nos ofreció cerveza, con lo que incumplimos levemente las prohibiciones de la ciudad. Cuando nos ofreció marihuana la rechazamos bondadosamente.

Con la ciudad a nuestros pies se divisaba la zona perfectamente. Los palacios y templos abrazaban el lago. Lo rodeaban las cúpulas de los edificios. Ascendía el rumor del bazar. Dominábamos los tejados.


 Mientras descansábamos y sorbíamos con frución nuestras cervezas, una chica subió al bar y nos preguntó si éramos de Israel. Debió de encontrarnos parecido con la gente de su país. Era de Tel Aviv y estaba recorriendo el país durante varias semanas. Se sentó y pidió una comida con bastante picante. Era un claro ejemplo de que el prestigio de Pushkar había llegado a todos los rincones del planeta.

No podíamos retrasar el regreso. Pasamos ante el templo de Brahma. La cola se había disuelto aunque aún quedaba una pequeña aglomeración en la escalera. Nos perdimos su representación en el templo con cuatro rostros barbados orientados hacia los cuatro puntos cardinales con cuatro brazos con los cuatro Vedas.

El último tramo lo realizamos con un tipo empeñado en enseñarnos una cobra amaestrada. Fue un alivio volver al coche. Casi inmediatamente empezó a llover. Desaparecieron los matices de la carretera.


0 comments:

Publicar un comentario